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—Pero no te amo —grité, sorprendida por el sonido forzado de mi voz. Si esta es su idea de una propuesta de matrimonio, estaba muy lejos de lo que tenía en mente. Estaba harta de esto. Que se me restregara mi terrible situación en la cara tampoco ayudaba. Por supuesto, sabía que me podían casar en cualquier momento. Incluso ahora mismo le está pasando a Zak.
Eduardo simplemente rió suavemente en respuesta a mi arrebato. Si mis palabras le dolieron, no lo mostró.
—Qué mal por ti. A mí me gustas bastante —respondió Eduardo suavemente antes de besar mis labios una vez más.
—Ya basta de hablar. Creo que tus cinco minutos han terminado. Mis quince minutos comienzan ahora —dijo Eduardo antes de agarrar mi cuerpo y tirarme bruscamente sobre su regazo.