—Ah… Ah… porque… somos… ah… tú eres… mi padrastro —finalmente terminé mi frase entre todos mis gemidos y jadeos. Lucien es mi padrastro, aunque desearía que no lo fuera.
—Entonces, si dejo de ser tu padrastro, ¿no habría problema? —preguntó Lucien. Me quedé sin palabras, en ese momento no sabía lo que quería. Si él dejara de ser mi padrastro, ¿qué significaría eso? ¿Seguiríamos viviendo juntos como siempre? ¿Volvería a verlo?
—No… por favor… no quiero perderte —susurré mientras las lágrimas picaban en la parte de atrás de mis ojos. Me volví para mirarlo.
—No puedes perderme. No te dejaré ir… ya no puedo dejarte ir —susurró Lucien con calor.