Era inexacto decir que Leonica estaba enfadada mientras entraba al aula, con la mirada fija únicamente en Gabriel con una mirada mortal.
Una expresión más precisa para ella sería humeante, con el rostro rojo y todo, lo que era la menor expresión que debería haber mostrado. Como, imagínate ir tranquilamente a buscar a tu hijo a la escuela, sólo para encontrar al diablo de tu ex esposo, acariciándolo y jugando a ser el papá con él.
¡Ni de coña!
Deteniéndose justo en frente del hombre al que estaba fulminando con la mirada, Leonica avanzó y con velocidad del relámpago, sacó a Ashely de su lado, empujándolo detrás de ella como si fuera un escudo protector.
—¿Qué diablos crees que haces aquí? —preguntó con una mirada acusadora, sin gustarle ni un poco la forma en que él permanecía en silencio e inclinaba la cabeza hacia un lado, con la mirada bajando hacia las esquinas de su cuello.