En la oscuridad, el hombre siseó de dolor.
Él rodeó con su otro brazo la cintura de Annette.
Annette estaba asustada. —¡Suéltame! —gritó desesperadamente.
Casi se transforma y ataca a la persona.
—No grites. Soy yo —dijo el hombre.
Al oír la voz familiar, Annette se detuvo rápidamente.
—¿Connor?
Como ella dejó de forcejear, Connor la soltó.
Annette encendió la luz.
Se sorprendió al ver a Connor.
—Eres tan despiadada —dijo Connor presionando su hombro izquierdo con su mano derecha.
—¿Estás bien? —preguntó preocupada Annette.
—¿Qué crees? Me golpeaste con algo tan pesado. Mi hombro debe estar roto —dijo Connor mirando hacia el peso en el suelo.
Annette lo ayudó a levantarse y se puso nerviosa. —Te llevaré al hospital —dijo.
Connor la atrajo hacia sus brazos.
—Ahora no, vamos al hospital primero —dijo ella forcejeando.
—No voy a ir al hospital —dijo Connor—. Olía a alcohol.