—¡Yvette!
Un par de manos secas y cálidas protegieron a Yvette a tiempo.
Yvette estaba tan asustada que no se atrevió a abrir los ojos durante mucho tiempo. Después de confirmar que no había peligro, abrió los ojos lentamente.
Debajo de las gafas de oro de Charlie, sus bonitos ojos estaban llenos de nerviosismo y el paraguas que acababa de arrojar con prisa aún yacía en el suelo.
El corazón de Charlie aún latía rápido.
—¡Yvette casi se cae!
Yvette estuvo aturdida por un momento. Logró mantenerse firme y preguntó:
—Charlie, ¿cómo pudiste...?
La suavidad desapareció. Charlie apretó los puños y dijo con calma:
—Ellen me pidió que viniera a recogerte. Afortunadamente, te encontré.
—Gracias de nuevo.
—No es nada —Charlie recogió el paraguas para proteger a Yvette de la lluvia—. Cuando notó que estaba hecha un desastre, sus pupilas se contrajeron y su voz perdió la calma—. ¿Qué te pasó?
—Yo... —Yvette abrió la boca pero no supo cómo explicar—. Vamos al hospital.