Belladonna nunca había sido una persona que le gustara la sangre, a pesar de que su madre la había acostumbrado tanto a ella.
Quizás de ahí provenía su odio hacia el color.
Aunque le gustaba decirse a sí misma que lo odiaba porque chocaba con el color de sus ojos y le hacían doler, ¿pero y si había algo más? ¿Y si le recordaba a cada vez que su madre le hacía sangrar? ¿Y si alguna parte de ella encontraba ese color repulsivo porque desencadenaba recuerdos que le encantaría creer que había superado?
¿Y si...
Nunca lo había pensado antes, pero después de limpiar tanta sangre y tener el olor metálico adherido al techo de su nariz y su lengua hasta el punto que casi podía saborearlo, el pensamiento le invadía la mente.
Lady Kestra había trabajado con fluidez y los heridos habían dejado de llegar hace mucho tiempo.
Anok había ido a ayudarles, aunque al principio no quería dejar su lado hasta que Lady Kestra intervino y le aseguró que todo estaría bien.