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Danika estaba tan apremiada, sabía que se orinaría encima si permanecía ahí más tiempo.
Se arrodilló frente al Rey Lucien. —Q-Quiero usar el baño, m-maestro. Su voz temblaba.
—Cinco minutos. Fue todo lo que dijo.
—G-Gracias, maestro. Se levantó y caminó hacia la puerta, los guardias la abrieron para ella y salió.
Fuera de la puerta de la sala de justicia, Danika tuvo el insano impulso de escapar. De correr tan rápido como sus piernas pudieran llevarla.
Y lo hizo.
Solo que, podía correr al baño. No hay escape de este lugar... de Salem... del palacio... de la presentación.
En el baño, respiraba agitadamente y las lágrimas corrían por sus mejillas. Cerró la puerta, se apoyó en la pared y comenzó a sollozar.
Es como si su mundo se derrumbara. Como si se desmoronara incluso antes de tener que hacerlo. Pero no podía evitarlo.
No olvides quién eres. No olvides quién eres.