Rey Lucien era el único que no reaccionaba visiblemente. En cambio, acariciaba rítmicamente la cabeza de Danika mientras ella lloraba y temblaba contra él.
Solo música, vítores, risas y estrépito quedaban. No había más gritos. Sin importar cuánto escuchara Danika, no podía oír más.
Lo que parecía una eternidad después, se escuchó la voz del Rey Noir. —¡Rayos! Sabía que debí haber ido antes que Pesih, ahora, ¿me traen un cadáver? No gracias, no me interesa.
Más risas.
—¿Crees que ese mastín Cone se revolcó en su tumba? —la voz del Rey Felipe.
Otra ronda de risas y vítores. —Debe haberlo hecho, apuesto. Realmente quería a esa chica suya... y luego, trata a las chicas de los demás como si fueran el infierno en la maldita tierra.
—Apuesto a que pensaba que viviría para siempre.
—Sí. No sabía que el hijo de Conald es un hijo de elfo malo que algún día le cortará la cabeza.
Más risas. Más vítores.