Punto de Vista de Kayla
Cuando abrí los ojos de nuevo, la habitación se sumió en la oscuridad.
La única fuente de luz provenía de la nieve blanca del exterior, proyectando un débil resplandor a través del vidrio coloreado hacia la habitación negra.
—¿Qué hora es? —pregunté, aturdida, mientras me levantaba en la cama, buscando mi teléfono.
—Aquí está —Harrison desbloqueó mi teléfono, miró la pantalla y me lo entregó.
—Ya son las 3:22.
—Tan tarde —me froté las sienes, aún sin recuperarme completamente del agotamiento.
—Vuelve a dormir. Te despertaré mañana —la voz de Harrison sonó dulce y cálida.
Me volví para mirarlo. El sueño había apagado mi cerebro por unos segundos, y entonces recordé lo que había sucedido entre Harrison y yo anoche.
Instintivamente, me subí la manta para cubrirme.
—No quiero verte sofocándote bajo la manta —una mano grande me quitó la manta de debajo del cuello—. No es nuestra primera vez. No hay nada de qué avergonzarse.