Punto de vista de Kayla
Aunque los sirvientes que pasaban, al ver a Harrison y a mí acurrucados en su abrazo, instintivamente bajaban la cabeza, yo aún me sonrojaba incontrolablemente. No dejaba de rezar porque este trayecto al dormitorio fuera más corto.
—Ya llegamos.
Como si escuchara mis pensamientos, al segundo siguiente, la voz de Harrison, llena de un tono juguetón, resonó en mis oídos.
Harrison me llevó en brazos a su dormitorio, y en un abrir y cerrar de ojos, cerró la puerta del dormitorio con el pie.
Observando mi rostro enrojecido, Harrison bromeó:
—Pareces como si fueras a arder, cariño.
Le lancé una mirada fulminante a Harrison. —¿Y de quién es la culpa?
—Está bien, mi error.
Harrison rió suavemente, haciendo un gesto de rendición. —Tengo una idea que podría ayudarte.
—¿Qué... Ah!
Inesperadamente, Harrison me levantó otra vez. Pero esta vez, caminó decididamente hacia el baño.
—¿Qué estás tratando de hacer... Harrison!