Oscuridad.
Eso es todo lo que hay cuando mis ojos se abren abruptamente y aspiro una bocanada de aire con dificultad.
Mi cuerpo es un peso muerto sobre el colchón en que estoy, todos mis músculos se han entumentumecido dolorosamente, no hay manera en que pueda moverlos sin sentir como todo arde pero sé que no estoy pensando correctamente cuando intento moverme, pero no puedo hacerlo; mis manos están detrás de mi espalda y unas cadenas gruesas han sido colocadas con brusquedad sobre mis muñecas.
Es como si el metal de alguna manera se hubiera incrustado bajo mi piel, pero sé que no puede ser posible, sin embargo eso no hace que duela menos, por el todo lo contrario, arde horriblemente ante el más mínimo movimiento de mi parte.
Vuelvo a moverme pero nada pasa, en cambio el dolor se dispare por todo mi cuerpo, y en un acto de reflejo mis ojos se cierran, muerdo mis labios con más fuerza de la pretendía y cuando el sabor metálico de la sangre hace contacto con mi lengua todo se quiebra en mi interior.
Me muevo desesperadamente con la débil esperanza de quitarme las cadenas, pero en el momento en que lo hago sé que fue un error terrible.
Mi cuerpo se tensa violentamente, después arde, y luego sigue un dolor punzante que blanquea mi visión y hace que el aire abandona mis pulmones por algunos segundos que sentí eternos.
Intento pensar correctamente mientras el dolor nubla mi mente, mi respiración agitada se calma un poco y no hago ningún otro movimiento, sabiendo que era lo mejor ahora, sin embargo el dolor ya está ahí.
Jadeos inhumanos y entrecortados se escapan de entre mis labios, y mi cuerpo tiembla salvajemente durante unos segundos encima del colchón viejo y con olor nauseabundo en el que estoy.
Mi cabeza da vueltas y vueltas y está en blanco, pero aún así me obligo a intentar recordar, sin embargo no es posible, el dolor no me deja. Cierro mis párpados con fuerza, apretando los dientes para reprimir un siseo de dolor y tratando de concentrarme en otra cosa que no sea el horrible dolor que recorre todo mi cuerpo.
Respira lentamente, me dice una voz en mi cabeza y sé que es lo mejor, así que obedezco inmediatamente.
Una inhalación temblorosa y luego exhalo. Y repito, hasta que siento que mi cuerpo se ha relajado un poco, permitiéndome pensar con un poco más de claridad.
Sin embargo, no hay nada.
Mi cabeza está en blanco con un zumbido bajo que suena dentro, no hay recuerdos, lo que es tan confuso.
Sé que debe haber hay algo más, pero no logro recordar.
¿Dónde estoy? Finalmente me pregunto, como si recién diera cuenta de ello, concentrado principalmente es liberarme al principio.
Busco cualquier recuerdo en lo más profundo de mi cabeza, pero todo lo que hay ahora es rojo. Cuanto más fuerte cierro los ojos, ese color se intensifica. Al principio es como una pequeña mancha rojiza, pero a medida que me obligo a recordar, esa pequeña mancha se va extendiendo y su color se intensifica, hasta ser del color de la sangre.
Sangre.
Mi corazón se detiene por un momento y luego late con tanta fuerza contra mi pecho que, en el silencio del lugar, puedo escucharlo junto con mi respiración agitada.
Gritos inhumanos se reproducen en el fondo de mi mente, los disparos en medio de la noche, los gritos de los hombres y el sonido de sus pasos resonando por los pasillos.
Más gritos, peleas, disparos y luego sangre.
Y por unos segundos puedo verme allí. Parado en medio de toda esa masacre, donde hay sangre por los pasillos, por las escaleras, por las paredes, todo está cubierto de rojo y del olor de la pólvora. Doy un paso por el pasillo, pero a medida que avanzo, mi estómago se revuelve y siento que podría vomitar al ver los cuerpos. Los cuerpos de hombres sin vida a lo largo del pasillo, la sangre brotando de sus cuerpos y dejando un rastro en el suelo.
Quiero parar, detenerme, pero es como si mis piernas tuvieran vida propia y quisieran mostrarme algo, me llevan hasta el final del pasillo, donde puedo seguir viendo los cuerpos sin vidas por el robillo del ojo, pero me concentro solo en mirar al frente, sintiendo cómo mi corazón golpea con fuerza contra mí pecho con anticipación, me han empezado a sudar las palmas de las manos y el cuero cabelludo, y un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando doy el último paso donde me detengo en seco y observo.
Y ahí está.
Al final del pasillo sobre el suelo manchado de sangre hay un hombre, tendido sobre ella, su pelo negro tan oscuro como la noche está pegado a su frente debido al sudor, y todo su cuerpo se estremece mientras él lucha por respirar. Su mano izquierda está sobre su abdomen bajo, y me doy cuenta de que está perdiendo mucha sangre.
No puedo moverme, ahora mis piernas dejaron de funcionar, mientras un zumbido sordo se reproduce en mi cabeza y mi cuerpo parece a punto de colapsar por alguna razón.
Hay algo en él fondo de mi mente, siento como si lo conociera, pero mi cabeza está en blanco y no puedo recordarlo, pero entonces ese hombre, apenas consciente gira la cabeza en mi dirección y cuando sus ojos cafés miran directo a los míos, siento como si esa parte de mi mente se desbloqueara.
—Eli... —murmura débilmente, tosiendo sangre, y parpadeando pesadamente.
Entonces los recuerdos llegan a mí, golpeándome con demasiada intensidad, que siento un dolor terrible detrás de los ojos, y cuando no puedo más, mis párpados se abren abruptamente, devolviendome a la realidad, mientras mi respiro agitado y mi cuerpo sudando en frío.
Adrian.
Empiezo a recordar todo.
Es él; ese hombre era él, mi hermano.
Hago lo único que no debería y me muevo sobre el colchón, tratando inútilmente de liberarme, y me arrepiento al instante cuando mi cuerpo sufre espamos y tiemblo salvajemente por la sacudida de dolor.
Pero los recuerdos son más dolorosos aún, que mi visión se nubla y siento cómo mis mejillas se humedecen, y un llanto desgarrador abandona mis labios, lastimándome la garganta cuando lo suelto todo. El llanto no para y comienzo a sentir que me asfixio por culpa del saco que tengo en la cabeza, pero a este punto no me importaría morir aquí mismo.
Jamás podría vivir después de esto.
Él era mi hermano, mi única familia, y no hice nada. Vi su cuerpo, estaba ahí, sobre el suelo muriéndose lentamente, y todo fue culpa mía.
Lo último que me dijo fue que me quedara en la habitación y que por nada del mundo saliera y me hizo prometerlo, pero yo rompí esa promesa. Salí afuera cuando los gritos resonaron por los pasillos.
Los recuerdos me golpean con tanta fuerza, mi cabeza está hecha un lío, y todo lo que puedo hacer es llorar desconsoladamente por mi pérdida, mientras que mi cuerpo se va apagando lentamente y siento como una parte dentro de mi a muerto.