Las puertas del ascensor se abres lentamente, dejando salir a dos jóvenes de aspecto cansado. Ambos llevan ropa de oficina, desaliñados, llevan maletines que pareciese que pesan toneladas, caminan lentamente, uno al lado de otro, como si fueran zombis.
El pasillo estaba tenuemente iluminado por lámparas que parpadeaban ocasionalmente, proyectando sombras alargadas en las paredes desconchadas. Ambos caminaron en silencio, arrastrando los pies hasta detenerse frente a dos puertas contiguas.
Al mismo tiempo, los dos buscaron en sus bolsillos, sacando un manojo de llaves que tintineaban al moverse. Las puertas mostraban rastros de desgaste, con la pintura descascarada y las serraduras ligeramente flojas, pero ambos parecían ya acostumbrados como para notarlo.
El sonido de las llaves girando en la cerradura resonó en el pasillo vacío, mientras un leve murmullo del tráfico lejano se filtraba a través de una ventana entreabierta al final del corredor. El aire olía a humedad, mezclado con un leve aroma metálico que parecía provenir de los viejos radiadores.
Dante suspiro mientras abria la puerta de su apartamento. "¿Como te fue?"
"Horrible. MI jefe se pasó todo el día encima mío por un informe. ¿Y a ti?". Respondió Demian. Deteniéndose frente a su puerta
"Ni preguntes. Estuve peleando con una computadora que se congelaba cada diez minutos. Quise tirarla por la ventana"
"¿Otra vez? Pensé que ya habías cambiado esa tostadora con teclado."
"Lo intenté, pero parece que la oficina reciclan hasta las máquinas de los años 90."
"mmm... ¿Tienes el día libre mañana?"
"...Si"
"¿Nos embriagamos?"
"Por que no"
Ambos intercambiaron una mirada cansada de cómplices, como si esa breve conversación bastara para romper la monotonía de sus días. Con un leve asentimiento, cada uno abrió la puerta de su apartamento, dejando que el silencio del pasillo se instalara nuevamente.
La noche estaba fresca cuando Dante y Demian llegaron al bar. La fachada era modesta, con luces de neón que parpadeaban débilmente, pero el bullicio de voces y risas provenientes del interior indicaba que allí se vivía un ambiente vibrante y desenfadado. El aire olía a cerveza derramada y humo de cigarro. Ambos entraron y se sumergieron en el ruido, el sonido de la música de fondo mezclándose con las charlas animadas.
Dante y Demian se abrieron paso entre las mesas, buscando un espacio frente a la barra. El lugar estaba lleno, pero el bullicio parecía hacer que todo fuera más ameno, menos pesado. La gente reía, charlaba, y algunos bailaban junto a la pequeña pista improvisada que ocupaba el centro del bar. En el aire flotaba una sensación de libertad y evasión, un respiro de la rutina diaria.
Dante y Demian encontraron un lugar en la barra, el bullicio del bar envolviéndolos mientras el camarero les dirigía una mirada cansada pero profesional. El lugar estaba lleno, pero la atmósfera era acogedora, casi como un refugio de la rutina diaria.
"¿Que te pido?" Pegunto Dante.
"Lo de siempre. Un par de cervezas"
Dando unos golpecitos a la mesa para llamar al camarero. "Oye, dos cervezas oscuras, por favor. Que sean frías."
El camarero asintió sin decir una palabra y comenzó a servir las bebidas, el sonido del líquido burbujeante llenando el aire mientras las luces del bar parpadeaban sobre la barra. Las risas y la música de fondo formaban una atmósfera relajada, un refugio del cansancio del día y frente a ellos dos vasos de cerveza fría.
"Por todo lo que nos hace seguir aquí."
Dante alzó su vaso sin mirar a su amigo y chocó contra el de Demian con una sonrisa burlona.
"Sí, por todas las malas decisiones que nos trajeron hasta aquí."
Ambos bebieron, disfrutando de ese primer trago que siempre se siente como una pequeña victoria. El sonido de la música aumentaba, y las luces parpadeaban, como si estuvieran bailando al ritmo de sus pensamientos.
"¿Alguna vez has pensado que todo esto es una gran broma?"
"¿Qué, estar aquí, a esta hora, hablando de lo aburrida que es la vida, mientras pagamos por olvidarlo?"
Demian soltó una risa sarcástica.
"Sí, exactamente. El circo sigue, solo que el payaso se fue a dormir y nosotros pagamos la entrada."
Dante le lanzó una mirada divertida, tomando otro sorbo de cerveza.
"Y aún así, aquí estamos, pagando la entrada con gusto, ¿eh? Es como si estuviéramos esperando que algo mágico ocurra, como si este fuera el lugar donde las vidas aburridas se convierten en épicas."
"Bueno, tal vez si seguimos bebiendo... ¡Tal vez tengamos una aventura por accidente!"
Ambos rieron, la ironía de la situación flotando entre ellos mientras observaban al camarero hacer su trabajo y al grupo cercano reír a carcajadas. El ruido del bar era una música extraña, pero reconfortante.
"Lo más épico que me ha pasado en la vida fue encontrar este bar... justo después de que mi jefe me dijera que 'necesito más motivación'."
Dante hizo un gesto exagerado, levantando la cerveza como si fuera un trofeo.
"¡Motivación! ¿Qué más motivación quiero que la de estar aquí, olvidando todo lo que no me importa?"
Ambos se miraron, la sonrisa burlona en sus rostros no desapareció, pero había algo más en sus ojos: la aceptación de que tal vez no haya mucho más, y eso estaba bien por ahora.
Los vasos comenzaron a vaciarse más rápido. La música del bar seguía resonando, aunque sus oídos parecían prestarle menos atención. Los rostros en el lugar se veían más relajados, las risas eran más fuertes y la conversación entre Dante y Demian se volvía cada vez más animada. Un par de vasos vacíos ya descansaban frente a ellos, y el camarero había dejado la cuarta ronda sin que tuvieran que pedirla.
"¿Sabes? Cuando era niño, siempre pensé que iba a ser un héroe. Ya sabes, el tipo que levanta una espada brillante y carga contra el mal. Todo el mundo gritando mi nombre, canciones épicas en mi honor, y lo mejor habría un montos de mujeres hermosas de todas las razas a mi lado."
Dante alzó una ceja, dejando su vaso sobre la barra mientras lo miraba con esa expresión nostálgica.
"¿Por qué no me sorprende que tu idea de ser un héroe involucre principalmente mujeres?"
Demian puso una mano en el pecho, fingiendo indignación.
"¡Vamos, no me juzgues! Estoy diciendo lo que todos piensan pero no dicen. Ahora que recuerdo, ¿Tú no querrías una elfa?. Piernas largas, orejas puntiagudas…"
Dante negó con la cabeza, tratando de no reírse, pero el alcohol estaba haciendo que fuera más difícil contenerse, recordando su juventud.
"Supongo que en algún momento lo pensé, pero no como tú lo pintas. Siempre fui más de… ya sabes, vivir la aventura. Espadas cortas, cazar monstruos, explorar ruinas antiguas. Algo más realista dentro de lo fantástico, si eso tiene algún sentido."
"¿Espadas cortas? ¿Realista? Por favor, Dante. Si vas a soñar, sueña en grande. ¿Por qué conformarte con una espada corta cuando puedes tener una que brille como el sol y que asuste a todos los monstruos? Además, ¿cómo planeas salvar a la chica con algo tan… pequeño?"
Dante se llevó el vaso a los labios, alzando una ceja con escepticismo mientras lo miraba.
"Primero, no todos los héroes necesitan salvar chicas. Segundo, una espada corta es mucho más práctica que andar arrastrando un trozo de metal gigante como si fuera un adorno. Y tercero… mejor no hablamos de tamaños, porque todos sabemos quién compensa con sus sueños."
Demian soltó una carcajada, casi atragantándose con su bebida.
"¡Ouch, directo al corazón! Está bien, está bien, tú ganas esta vez. Pero sigo diciendo que me veo como el tipo que lidera la carga, espada en mano, con una grupo de compañeros detrás. Tú serías más como… el tipo que está en una colina, lanzando flechas o hechizos. Útil, claro, pero no tan emocionante."
"Prefiero ser el que sobrevive, gracias. Además, hay algo atractivo en el sigilo y la estrategia. Apuesto a que tú serías el primero en morir, corriendo de frente hacia el peligro sin pensar."
Demian levantó un dedo, con expresión solemne.
"Primero, si muero, será épicamente. Segundo... admito que tener algo de magia no estaría mal. ¿Sabes? Hechizos para controlar el fuego, el aire… o tal vez uno para encantar a todas las damas del reino."
"Ahí está, siempre volvemos al mismo tema contigo."
Demian alzó su vaso, señalando a Dante con una sonrisa cómplice.
"Es parte del paquete. La magia, las espadas, los monstruos… y, claro, las chicas. Ahora, dime, ¿no te imaginas enfrentarte a los enemigos, con tu katana en una mano, lanzando hechizos con la otra, y una elfa mirándote embelesada mientras lo haces?"
Dante soltó una risa corta, agitando la cabeza.
"Por supuesto que si. Y, para tu información, yo preferiría mantener las cosas simples. Una buena espada, un poco de magia para defenderme, y nada de cuentos épicos ni canciones en mi honor."
"¿Nada de canciones? ¡Vamos, Dante! Si algún día terminamos en ese mundo, te aseguro que me escribirán baladas. Algo como… 'Demian, el invencible, el encantador, el conquistador'. Aunque no sé si mencionarían tus hazañas, más allá de tus intentos por esconderte o pasar desapercibido."
"Prefiero quedarme en las sombras y vivir mi vida, o convertirme en una nota al pie de tu canción épica, Demian."
Ambos rieron , chocaron sus vasos entre risas, el calor del alcohol y la nostalgia de sus sueños infantiles alimentando la conversación. A su alrededor, el bar seguía vivo, pero para ellos, el tiempo parecía haberse detenido en ese momento.
La puerta del bar se abrió de golpe, dejando salir a Dante y Demian tambaleándose. La fresca brisa nocturna les golpeó el rostro, pero no lo suficiente como para devolverles la claridad mental. Ambos se apoyaban mutuamente, riéndose a carcajadas por chistes que, probablemente, ni siquiera tenían sentido.
"¡Te lo digo, Dante! Si alguna vez llegamos a ese mundo, yo voy a tener la espada más grande que jamás hayas visto. ¡La llamarán… la Espada Titán! Y tú… tú tendrás un palo brillante que lanza chispas."
"¿Un palo brillante? Por favor, ni en tus sueños podría reducirme a algo tan ridículo." Dante tropezó ligeramente, sujetándose del hombro de Demian. "Pero apuesto a que con tu suerte, esa espada gigante sería demasiado pesada para que la levantaras."
"¡Por eso tendré músculos mágicos! Como… como los héroes de los cuentos. Levantaré montañas si hace falta."
Dante resopló, tratando de mantener la compostura mientras tambaleaba hacia la calle. "Músculos mágicos… claro. Seguro también pedirás un hechizo para que te sostengan cuando estés tan borracho como ahora."
Ambos rieron tan fuerte que un par de transeúntes cruzaron la calle para evitarlos. La luz de los faroles iluminaba sus rostros enrojecidos, y las sombras de la ciudad bailaban a su alrededor, como si también estuvieran ebrias.
Demian se echó a reír, casi cayendo al suelo. " Claro que si."
Entre risas y comentarios entrecortados, continuaron su camino por el estacionamiento. La noche parecía más tranquila de lo normal, como si todo el mundo estuviera esperando algo. Las estrellas brillaban con intensidad en el cielo, pero ellos estaban demasiado borrachos como para notarlo.
Demian se detuvo nuevamente, señalando un auto rojo con una mano temblorosa. "¿Ese de ahí es tu auto… o la mía?"
"Es la tuya, genio."
"Perfecto, porque no tengo idea de dónde están mis llaves."
Dante negó con la cabeza, sacando su teléfono para mirar la hora, aunque los números en la pantalla le parecieron bailar. "Tal vez deberíamos tomarnos un taxi…"
"¡Un taxi! ¿Y perder esta hermosa noche? Vamos, Dante, vive un poco. ¡Hagamos un pacto! Si nos estrellamos, yo invito la siguiente ronda mañana."
"Echo"
Ambos se tambalearon hasta el auto que estaba estacionado y serrado con llave, en su estado de ebriedad y sin sus llaves no eso no les pareció un gran problema.
"¿Estás seguro de esto?" murmuró Dante, mirando a Demian mientras este examinaba el cristal.
"¿Tienes una mejor idea? No tengo ganas de caminar hasta casa."
Con una piedra improvisada, Demian rompió el vidrio de la puerta. El sonido del cristal hizo eco en la calle, pero ninguno de los dos se inmutó, riéndose como si hubieran logrado algo heroico.
"¡Vamos, conductor! Súbete."
Les tomó varios intentos, pero lograron encender el coche. El motor rugió ruidosamente, y Demian golpeó el volante emocionado.
"¡Lo hicimos! Ahora, al infinito y lo que sigue."
El coche arrancó bruscamente, tambaleándose por la calle mientras las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor. Una luz cegadora los envolvió, transformándose en un estruendo ensordecedor. El suelo bajo sus pies parecía disolverse, y por un breve instante, ambos sintieron que estaban cayendo, como si la gravedad hubiera dejado de existir.
El mundo giró, las luces se mezclaron con las sombras, y todo se volvió un vacío absoluto.
Luego, el silencio.