Las sillas estaban sucias y desordenadas, esparcidas por todo el lugar en un caos silencioso. Algunas estaban rotas, otras inclinadas de forma extraña, como si hubieran sido abandonadas de manera apresurada hace mucho tiempo. La luz del sol entraba tímidamente a través de una ventana de vitrales agrietados, proyectando una opaca luz de colores apagados sobre el suelo polvoriento.
El enorme salón, antaño majestuoso, estaba cubierto de suciedad y descuido. Las paredes, ennegrecidas por el paso del tiempo, apenas conservaban rastros de los grabados y detalles que debieron haber sido deslumbrantes en su apogeo. Alguna vez, este lugar albergado a muchas personas, para ceremonias solemnes o rituales llenos de fervor. Ahora, solo quedaban el eco del vacío y el peso del abandono.
En medio de la gran sala, dos figuras yacían en el suelo, inconscientes. Uno tenía el cabello rubio y el otro, oscuro. A pesar de sus diferencias físicas, ambos vestían ropas similares: vestían una camisa de lino desgastada y unos pantalones sencillos con botas gastadas, como si hubieran soportado demasiadas jornadas de uso. Sus rostros reflejaban juventud, pero con el cansancio de quienes no habían tenido una vida fácil.
El silencio reinaba, roto solo por el susurro del viento que se colaba a través de las grietas.
"Qué dolor... mi cabeza", murmuró Dante, apretándose las sienes con las manos. le dolía todo el cuerpo como si lo hubieran golpeado con un palo. Cada músculo le dolía, y un mareo constante lo hacía sentir al borde de las náuseas. Quería vomitar, pero incluso eso parecía requerir más energía de la que podía reunir.
"¿Qué pasó?"
La pregunta salió en un susurro, más dirigida a sí mismo que a alguien más. Su cerebro, todavía nublado, trabajaba frenéticamente tratando de armar las piezas de la noche anterior. Algo en él sabía la respuesta, o al menos lo intuía, pero no quería pensar en ello. Era más fácil atribuir todo a una resaca, aunque la intensidad del dolor le decía lo contrario.
Se convenció de que al abrir los ojos encontraría un techo blanco. Un hospital. Tal vez conectado a máquinas que mantenían su cuerpo con vida. Esa sería la respuesta lógica. Después de todo, el dolor que sentía no era normal; su cuerpo entero le gritaba que había pasado por algo grave.
Pero la realidad no puede negarse para siempre. Dante se obligó a enfrentarla. Con más esfuerzo del que habría imaginado, abrió los ojos.
"¿Qué...?"
El techo que vio no era blanco ni moderno. Era como una bóveda de altos arcos, dividida en segmentos decorados con grabados que apenas podía distinguir. Enormes pilares de piedra blanca, similar al mármol, sostenían la estructura. Vitrales sucios y agrietados dejaban entrar un pálido rayo de luz que iluminaba el lugar, revelando un espacio que alguna vez fue importante, pero que ahora parecía abandonado.
Dante parpadeó, olvidándose momentáneamente del dolor en su cuerpo. Su corazón empezó a latir más rápido mientras sus ojos recorrían el lugar, tratando de comprender dónde estaba. Todo parecía tan... real, y al mismo tiempo, tan ilusorio.
Se levantó lentamente, tambaleándose un poco mientras recuperaba el equilibrio. El polvo se levantó bajo sus pies, y el eco de su movimiento resonó en el vasto salón vacío.
"Esto... ¿que es esto?", murmuró, su voz quebrada por la incredulidad.
El impacto visual era tan abrumador que, por un momento, no notó el cuerpo tendido cerca de él.
Viendo mejor su alrededor, Dante se dio cuenta de que no estaba solo. A su lado, un joven de cabello rubio y desordenado yacía inmóvil. Vestía una camisa de lino desgastada y unos pantalones sencillos, con botas que ya habían visto mejores días.
La capilla que los rodeaba era imponente pero decayente. Los altos techos se arqueaban hacia lo alto, sostenidos por pilares de mármol que a pesar de su majestuosidad, estaban cubiertos de polvo. Las ventanas, de vitrales rotos y sucios, dejaban pasar una luz tenue que iluminaba las sombras del lugar.
Había sillas como de iglesias, estaban en desorden rotas y sucias y otras completamente destruidas. Era un lugar abandono que alguna fue testigo de grandes momentos, pero ahora solo guardaba el eco de lo que fue.
La mente de Dante trabajaba rápidamente, tratando de ordenar lo que había sucedido. ¿Había sido una resaca particularmente cruel? No, eso no podía ser. Miró de nuevo a su alrededor y luego al joven rubio, que seguía inconsciente. No podía ser una alucinación. Había algo muy real en todo esto, y lo entendió lo mejor que pudo.
"Supongo que no se puede evitar. Y ahora qué... mmm..."
Se sumió en sus pensamientos, preguntándose cómo habían llegado hasta allí y qué exactamente significaba todo esto. El dolor en su cabeza seguía latente, pero las preguntas tomaban el control de su mente. La idea más probable: habían sido invocados en un mundo de fantasía. No tenía sentido de otra manera.
Dante suspiró, aún tratando de asimilar el giro inesperado de los acontecimientos.
"Bueno... supongo que ya veremos qué hacemos después", murmuró para sí mismo.
Demian estaba asustado. El dolor en su cabeza y cuerpo lo había golpeado con fuerza, y le había costado mucho esfuerzo abrir los ojos. Cuando finalmente lo hizo, se dio cuenta de que se encontraba en un lugar extraño y desconocido. Su mente comenzó a trabajar rápidamente, tratando de entender qué había pasado, hasta que llegó a una conclusión en poco tiempo.
No podía ser de otra manera. Había sido invocado, probablemente con algún tipo de mágico. Había leído sobre algo como eso en libros y mangas. Según todo lo que había visto en esas historias, se esperaba que hubiera una sacerdotisa o algún ser poderoso como un dios que lo había llamado. Y claro, la primera impresión era fundamental, él tenía que hacer una gran entrada.
Con esto en mente, olvidó el dolor que recorría su cuerpo y se incorporó rápidamente, sin pensarlo mucho. Estaba preparado para ver a una hermosa sacerdotisa o al ser divino que lo había invocado. Estaba seguro de que sería lo primero que vería, pero la realidad lo golpeó cuando, al mirar a su alrededor, no vio a una sacerdotisa, ni siquiera a una figura divina.
En su lugar, vio a un joven de cabello negro, con una camisa sencilla de lino, pantalones oscuros y zapatos de cuero. No era la visión que había anticipado, pero en ese momento, no podía dejar de pensar que algo no estaba bien. El joven de cabello le estaba dando la espalda, ignorándolo, como si no importara lo que sucediera.
"¿Quién eres tú?" Demian no dudó en preguntar, su voz llena de curiosidad, pero también de cierta frustración. No era la bienvenida que había imaginado.
Dante, por otro lado, estaba tan sumido en sus pensamientos que había olvidado que no estaba solo. El dolor de su cabeza seguía punzante, pero estaba más preocupado por comprender qué diablos estaba sucediendo. Cuando escuchó la voz de Demian, su primer instinto fue ponerse a la defensiva.
Demian, por su parte, estaba desconcertado y confundido. El joven de cabello oscuro, que le estaba dando la espalda e ignoraba su presencia, parecía amenazante y a la ves confundido. La confusión en su mirada era evidente, pero lo más extraño era que sentía algo familiar de el, pero a la ves diferente.
"Yo debería ser quien haga esa pregunta" Dante respondió molesto y tenso aún no entendiendo nada de lo que había ocurrido.
Demian que también estaba desconcertado por la situación, frunció el ceño y respondió en un tono igualmente tenso "¿Y tú quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí?" poniéndose a la defensiva, sin saber si este chico representaba una amenaza o si realmente estaba tan confundido como él.
El aire en la capilla parecía volverse aún más pesado. Las paredes de piedra, los vidrios rotos y las sillas desordenadas añadían un peso ominoso a la situación. Cada uno de ellos, por separado, pensaba lo mismo: algo en este lugar no estaba bien, pero lo peor era que ni siquiera se conocían el uno al otro.
Dante parecía querer decir algo más, pero al mirar mejor a Demian, algo hizo clic en su mente. La expresión de su rostro, la forma en que se movía... Era algo que él había visto antes, pero no podía recordar en qué contexto.
Finalmente, Dante, aún desconcertado, abandono su estado de defensivo, dejó escapar un suspiro, frotándose la cabeza, como si al hacer esto las piezas encajaran en su mente. "¿Demian... eres tú?" dijo, finalmente, la sorpresa y la confusión mezcladas en su tono.
Demian lo miró fijamente por un momento, aún sin comprenderlo del todo, pero algo en su mirada cambió. La forma en que Dante había dicho su nombre... esa voz... "¿Demian?" La expresión de ambos cambió al mismo tiempo, una mezcla de incredulidad y asombro.
"Es... es en serio, ¿no?" Demian se dejó caer hacia atrás, casi riendo por lo absurdo de todo. "¿Nos hemos convertido en... ¿esto? ¿En quién diablos somos ahora?"
Dante asintió, sintiendo cómo la confusión se mezclaba con una extraña sensación de alivio. Al menos ahora sabía que no estaba solo en esto. "Parece que sí, pero, ¿cómo terminamos aquí? ¿Qué diablos pasó?"
El aire que antes había estado cargado de tensión, ahora parecía más denso por la frustración que ambos sentían. Ambos empezaban a aceptar la realidad, aunque con reticencia, y mientras se observaban el uno al otro, entendieron que tendrían que enfrentarse a lo desconocido juntos, aunque el escenario seguía siendo completamente ajeno a ellos.
Dante se frotó la cabeza, aún con el dolor punzante.
"¿Cómo llegamos aquí? No... no recuerdo nada después del bar. ¿Y tú?
"Nada. Lo último que recuerdo es que estábamos... en el bar, emborrachándonos. ¿Pero esto?" Demian miró a su alrededor, igual de confundido. "¿Dónde estamos?"
Dante, también observando el entorno, frunció el ceño. "Esto... esto no parece... no parece una capilla común. Esto... es una capilla, ¿no?"
Ambos se quedaron en silencio, observando las altas columnas de mármol y las ventanas rotas.
Demian se levantó lentamente, pasando una mano por su cabello rubio y sus ropas desgastadas. "Esto no es normal... ¿por qué estamos aquí? ¿Y por qué te ves diferente?"
"Yo diferente, yo debería decir lo mismo" Dante se tocó el rostro con las yemas de los dedos, notando algo extraño en su piel, más suave, como si fuera un poco más joven.
Demian miró sus manos, notando que sus uñas eran más delgadas y sus dedos más largos. "Y... ¿por qué estoy más alto? ¿Qué nos hicieron?"
Dante suspiró, mirando al techo, como si estuviera buscando respuestas en las alturas. "¿Quién sabe? pero ya no importa... ¿Recuerdas? los mangas y esos libros de fantasía.
"Si...pero esto no parece ser nada como eso."
Ambos intercambiaron miradas incómodas, sin saber qué hacer con la extraña situación en la que se encontraban.
"Vamos, debemos encontrar respuestas. Y si estamos aquí por alguna razón, mejor averiguar por qué," dijo Dante, tratando de mostrar algo de determinación a pesar de la incertidumbre.
Demian asintió, con el mismo sentimiento de confusión, pero decidido a no quedarse de brazos cruzados. "Pues que esperamos... vamos a descubrirlo."