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Chapter 2 - A chambear 7w7

Ritsuka se sentía extraño. Todo había comenzado a cambiar, pero aún no podía entender bien por qué. Jeanne Alter, la siempre tan descarada y sarcástica, había estado increíblemente callada en los últimos días. La solía molestar con sus bromas, insinuaciones o alguna que otra acción provocadora, pero ahora… nada. Solo permanecía en su rincón, observando a Vash con una extraña calma que a Ritsuka le resultaba incomprensible.

Era como si un cambio en su comportamiento se hubiera producido sin previo aviso. Jalter, que normalmente era el centro de atención cuando se trataba de causar incomodidad o tirar comentarios mordaces, ahora parecía estar… tranquila. Muy tranquila, incluso un poco distante. Al principio, pensó que tal vez estaba cansada o que simplemente no estaba de humor para sus juegos. Pero cuanto más lo pensaba, más raro se le hacía todo.

Ritsuka se encontraba caminando por los pasillos de Chaldea, distraído, cuando vio a Jeanne Alter de pie frente a una ventana, mirando al horizonte. No parecía estar haciendo nada en particular, simplemente observaba el paisaje con una expresión melancólica que nunca había visto en ella antes. La brisa de la mañana hacía que su capa ondeara ligeramente, dándole un aire etéreo, casi de soledad.

Era una imagen extraña, pues sabía que Jalter rara vez se mostraba vulnerable. Siempre estaba tan llena de ira y orgullo que la idea de verla en una pose tan tranquila y casi reflexiva parecía fuera de lugar. Decidió acercarse, tal vez para interrumpir ese momento incómodo y, tal vez, provocarla con alguna de sus típicas bromas, como solía hacer.

"¿Qué miras, Jalter? ¿Aún pensando en cómo arruinarle el día a alguien?", dijo, intentando quitarle el peso a la situación.

Pero ella no respondió de inmediato. Finalmente, giró ligeramente la cabeza, sus ojos algo más suaves de lo normal, aunque su rostro permaneció impasible.

"No, maestro... solo estaba pensando en algo", respondió con una calma que hizo que Ritsuka se sintiera un poco fuera de lugar. No era la respuesta sarcástica ni burlona que él esperaba.

"¿En qué?", preguntó, ya algo más intrigado.

Jeanne Alter desvió la mirada nuevamente hacia la ventana. "En nada importante… solo en cosas que no te interesan."

Ritsuka frunció el ceño, desconcertado. ¿Qué le estaba pasando? Jeanne Alter nunca era tan evasiva. De hecho, nunca había dejado de hacerle comentarios irritantes o de lanzarle alguna broma que ponía en aprietos a cualquiera en el equipo. Pero hoy… hoy era diferente. Él podía sentirlo.

A lo lejos, vio que Vash estaba cerca, charlando con algunos de los demás miembros del equipo de Chaldea. Como siempre, su presencia transmitía algo peculiar. Había algo sereno, pero a la vez tan extraño, casi etéreo en él, como si su aura fuera la de alguien que había vivido tanto que la vida ya no le causaba tantas sorpresas. Vash era… diferente, eso no se podía negar.

Jeanne Alter, en cuanto vio a Vash, de alguna manera se tensó un poco, aunque su postura no cambió en lo absoluto. Ritsuka no lo entendía en ese momento, pero algo dentro de él le dijo que no era solo una casualidad. Había algo que se había entrelazado entre ellos dos, algo que había comenzado a tomar forma sin que él lo notara.

"Ritsuka", dijo Jalter, interrumpiendo sus pensamientos. "Me voy a mi habitación." La voz de Jeanne Alter sonó algo más suave, aunque aún conservaba ese toque de indiferencia. "No te molestes, ya sabes cómo soy."

Ritsuka la observó mientras se alejaba, pensando que tal vez estaba viendo algo que no quería ver. Por alguna razón, sentía que las cosas estaban cambiando entre ellos, pero no entendía cómo o por qué. Jalter siempre había sido la figura de la competencia y la fricción, y él había aprendido a aceptarlo con el tiempo. Pero este nuevo comportamiento… le incomodaba.

Esa noche, mientras el equipo se preparaba para descansar, Vash fue el primero en retirarse a su habitación. Sin embargo, Jeanne Alter no tardó en seguirle. Ritsuka, que había estado en los pasillos, observó en silencio cómo la figura de Jalter se deslizaba en la oscuridad, dirigiéndose a la misma habitación en la que Vash había entrado poco antes. Algo dentro de él le decía que algo estaba pasando, pero no quería pensar demasiado en ello. No quería hacer suposiciones, pero la escena lo desconcertaba.

En el interior de la habitación, Jeanne Alter y Vash se encontraban juntos, aunque no en una situación de confrontación como Ritsuka hubiera esperado. Jalter se acercó a Vash, quien estaba recostado en la cama mirando al techo. Sin decir una palabra, se sentó junto a él y, sin más, lo abrazó. No era un abrazo intenso ni pasional, sino algo más sencillo, más humano. Jalter descansó su cabeza sobre el pecho de Vash, sintiendo el calor de su cuerpo y la sensación de estar en un lugar seguro, un lugar donde no había lugar para el dolor ni para la guerra. El abrazo era cálido, pero lleno de una quietud que hablaba de años de sufrimiento y de batallas libradas en el alma.

Vash, al principio sorprendido, no apartó a Jalter. Por alguna razón, él también sentía que había algo más allí, algo más allá de la enemistad que solía existir entre ellos. Sin decir una palabra, envolvió sus brazos alrededor de ella, como si, en ese pequeño gesto, pudiera brindarle un poco de paz.

Mientras ambos se quedaban allí, abrazados, el silencio llenaba la habitación. Jalter cerró los ojos, por primera vez en mucho tiempo, dejando ir las paredes que había construido a su alrededor. Al recordar su propia historia, las cicatrices de su pasado y la forma en que había sido criada para luchar, para destruir, una lágrima silenciosa recorrió su mejilla.

Vash la notó, pero no dijo nada. En lugar de eso, la abrazó con más fuerza, como si ese gesto fuera suficiente para decirle que no estaba sola.

Esa noche, ambos compartieron algo más que un abrazo. Compartieron el dolor de sus pasados y, de alguna manera, una pequeña esperanza de un futuro donde pudieran encontrar algo de redención, algo de consuelo en la oscuridad.

Ritsuka, desde su habitación, no sabía lo que sucedía exactamente, pero algo le decía que las piezas de este extraño rompecabezas se estaban reconfigurando. Sin embargo, aún no podía ver la imagen completa. No sospechaba que Jeanne Alter ya no solo lo veía como un enemigo o una provocación constante, sino como alguien que, de alguna forma, había comenzado a confiar y a depender de Vash. Un cambio sutil, pero profundo.

Y la historia, aún, solo comenzaba a desplegarse.

El día en Chaldea transcurría como cualquier otro, pero para muchos de los presentes, algo parecía estar en el aire. Los miembros del equipo estaban ocupados con sus tareas cotidianas, y las versiones de Artoria, que habían sido convocadas, se reunían en el comedor para disfrutar de una comida preparada por su cocinero designado.

Vash, quien se había volcado en ayudar con las tareas del día a día en Chaldea, se encontraba una vez más en la cocina, sirviendo comida. Como si fuera algo natural para él, Vash se movía con destreza entre los ingredientes, dispuesto a preparar algo delicioso para todos. Su capacidad para adaptarse a cualquier entorno era algo que sorprendía a muchos, pero quizás la mayor sorpresa de todas era la forma en que se dedicaba a servir a las diversas Artorias que ahora estaban presentes en Chaldea.

Las Artorias, todas sus versiones—de la Saber, Lancer, Archer, y demás—parecían sentirse extrañamente cómodas en su presencia, aunque también había algo en el aire que no se podía describir. Tal vez era su calidez, o tal vez su actitud desinteresada y casi maternal al servirles. En sus ojos brillaba una amabilidad que rara vez veían en otros, como si Vash, aunque diferente de los demás, tuviera una compasión infinita por los que lo rodeaban.

Pero en medio de la multitud, hubo alguien que observaba a Vash con una mirada que no pasó desapercibida para él. Boudica, la poderosa guerrera celta, quien había sido convocada a Chaldea desde un rincón oscuro de la historia, parecía observarlo de una forma especial. Sus ojos se posaron en Vash durante un largo rato, sus labios apretados, como si luchara contra algo dentro de ella. La reconoció. A pesar de que su memoria estaba fragmentada por las continuas invocaciones, había algo en Vash que despertaba una sensación extraña en su pecho. Un sentimiento que era, al mismo tiempo, familiar y doloroso.

Sin embargo, Boudica no se acercó. Aunque una parte de ella sentía un impulso de ir hacia él, un anhelo de hablar con él, otra parte la frenaba. Un dolor inexplicable recorría su ser, y la sombra de sus recuerdos pasados parecía no querer dejarla en paz. Se quedó en su asiento, quieta, como si todo su ser estuviera en conflicto. En sus sueños, cada noche, recordaba fragmentos. Imágenes borrosas de un tiempo que no podía alcanzar completamente. Vash estaba allí, a su lado, como un compañero. Lo sentía tan cercano, pero también tan lejano, como una figura que había desaparecido en su pasado, y eso la partía.

Esa noche, mientras descansaba en su habitación, Boudica se despertó de un sueño inquietante. Estaba sudorosa, con el corazón acelerado, y lágrimas caían por sus mejillas. En el sueño, estaba junto a Vash en un campo de batalla, ambos luchando codo a codo. Recordaba su risa, su forma tranquila pero decidida de luchar, como si nada pudiera derrotarlos. Pero al despertar, todo eso se desvaneció, dejándola con un vacío indescriptible.

"Ese no es mi Vash...," murmuró entre sus sollozos, abrazando sus rodillas mientras se quedaba en la oscuridad de la habitación. "El Vash que yo conocí, el Vash que amé… no es este. No puede ser."

Un rugido en el cielo.

Una silueta dorada.

Algo lo habia apartado de su lado.

Su corazón se sentía desgarrado, porque sabía, en lo profundo de su ser, que sus recuerdos de Vash eran reales. Pero no podía aferrarse a esa imagen. Sabía que no estaba en el mismo tiempo ni en el mismo lugar. Y aunque una parte de ella lo deseaba con todo su ser, otra sabía que no debía hacerlo. Este Vash era un ser diferente. Un Vash que no compartía sus recuerdos. Un Vash que, a pesar de la familiaridad de su presencia, nunca podría ser el que había estado a su lado en su vida anterior.

Mientras tanto, en otra parte de Chaldea, algo completamente diferente estaba ocurriendo.

Jeanne Alter, quien había estado en la habitación de Vash durante gran parte del día, se encontraba murmurando palabras ininteligibles mientras se sentaba en la esquina de su cuarto. Sus ojos brillaban con una intensidad oscura, y sus pensamientos se centraban, obsesivos, en una sola figura. Había algo en él que la había atrapado de una forma que ni ella misma comprendía del todo. Había algo en él que la atraía, que la hacía sentir algo más allá de la simple competencia o el desprecio. En sus momentos más privados, en sus pensamientos más oscuros, ella se encontraba deseando a Vash, no solo por su fuerza o su carácter, sino por lo que representaba.

"Ritsuka… no…," murmuró entre dientes mientras sus ojos brillaban con una mezcla de celos y deseo. "No es él quien merece tu atención. Es Vash… solo él."

Cada vez que pensaba en Vash, su mente se llenaba de una obsesión creciente. Sus recuerdos de las noches pasadas juntos, de los pequeños gestos de amabilidad que él le había mostrado, se grababan en su mente como cicatrices que nunca desaparecerían.

"Vash... solo tú... tú eres mi verdadero anhelo," susurró para sí misma, abrazando las piernas mientras se acurrucaba más en la oscuridad de su habitación.

Mientras tanto, en un rincón muy diferente de Chaldea, Da Vinci, la genio incansable y curiosa, seguía observando a Vash desde su cámara oculta. Había algo en él que la intrigaba más que cualquier otro espíritu heroico que hubiera estudiado antes. Vash no solo era un héroe con una historia compleja, sino que poseía algo extraño, algo que no podía descifrar: su naturaleza semi-divina, su elevada clasificación y sus parámetros fuera de lo común. Era como si estuviera ante una paradoja viviente, un espíritu que no seguía las reglas habituales de los seres heroicos.

"¿Qué eres tú?," se murmuró Da Vinci mientras observaba a través de su pantalla. "Eres algo que no tiene clase, ni lugar, ni tiempo. Y me intrigas más que cualquier otra cosa."

Con cada nueva información que lograba reunir, Da Vinci se sumía más y más en el misterio de Vash, desarrollando una obsesión por comprenderlo, por entender la naturaleza de su existencia. Pero a medida que pasaban los días, algo más profundo comenzaba a crecer en ella no solo era su mente la que se fascinaba por Vash, sino algo más oscuro y extraño. Algo que se sentía tan irresistible como peligroso.

Y mientras todos estos eventos se entrelazaban, Chaldea seguía siendo un lugar de secretos, de emociones ocultas y de destinos entrelazados. El futuro de Vash, Jeanne Alter, Boudica y todos los demás comenzaba a tomar una forma que solo el tiempo revelaría, pero una cosa era segura: algo grande y peligroso estaba por ocurrir, y todos se verían arrastrados hacia ese destino inevitable.

La Singularidad en Nueva York apareció de la nada, sin previo aviso. Se trataba de un escenario devastado, pero no en el sentido habitual de las Singularidades, donde los cimientos de la humanidad se veían fracturados por conflictos épicos o cataclismos. Esta vez, parecía ser solo una "misión de farmeo", como la llamaba irónicamente Da Vinci. La zona estaba plagada de monstruos y bestias, y su objetivo principal era limpiar el área para poder obtener materiales valiosos de los restos de las criaturas caídas. Una tarea relativamente sencilla, pero que no dejaba de ser peligrosa.

Ritsuka había reunido a su equipo: Mash, Nitocris y Vash, para adentrarse en la zona. El plan era simple: eliminar las bestias y recopilar materiales. Nada demasiado complejo. Sin embargo, antes de que pudieran partir, una figura inesperada se unió a la misión. Jeanne Alter, siempre decidida, había llegado al grupo sin previo aviso, con una expresión que denotaba una clara determinación.

"No pienso quedarme aquí, esperando. Voy con ustedes", dijo Jalter, como si su presencia fuera una obviedad.

Ritsuka solo pudo suspirar mientras la observaba unirse al equipo, especialmente cuando notó que Jeanne Alter no apartaba su mirada de Vash, casi como si estuviera decidida a no separarse de él ni un solo momento. Ritsuka no sabía qué pensar de esa extraña dinámica, pero sabía que no era el momento de cuestionarlo. Las bestias que acechaban por Nueva York parecían ser una amenaza mayor de lo que inicialmente pensaron.

La misión comenzó de forma relativamente tranquila. A pesar de la multitud de bestias que deambulaban por las calles desoladas, la mayor parte del trabajo consistió en barrer áreas específicas, cazando y derrotando a las criaturas. A medida que el grupo avanzaba, la presencia de las bestias se hacía más notoria y más peligrosa.

Vash, quien estaba acostumbrado a situaciones de combate, no tardó en ponerse en acción. A medida que se adentraban más en la ciudad, notaron la creciente agresividad de las bestias. De repente, el terreno comenzó a llenarse de criaturas de tamaños y formas variadas, algunas enormes y otras más ágiles, todas luchando por mantener el control del área.

En ese momento, Vash se apartó un poco del grupo, adentrándose en una zona más alejada del equipo. Jeanne Alter lo siguió sin pensarlo dos veces, no dispuesta a dejarlo solo. Ritsuka observó por un instante, algo molesto y confundido por la insistencia de Jalter, pero pronto comprendió que la situación requería de su atención en otro lugar.

"Voy a encargarme de estas", dijo, sin mirar atrás.

Jeanne Alter no respondió, pero lo siguió de cerca. Era obvio que estaba decidida a estar allí, como si fuera su propósito personal.

Las bestias se acercaron con rapidez, pero Vash estaba más que preparado. Sin siquiera inmutarse, comenzó a invocar sus armas. Desde Valhalla una serie de armas invocadas, el poder de su artillería era devastador. Cada disparo era como un trueno que retumbaba en la ciudad, y las criaturas caían con facilidad ante la potencia de sus ataques.

Jeanne Alter observaba con fascinación, casi embelesada, mientras Vash derribaba a las criaturas con una calma casi. Las armas que invocaba parecían ser extensiones de su propio ser, como si fueran parte de su alma misma. Artillería vista desde la Segunda Guerra Mundial por parte de las fuerzas de la SS.

Al terminar la última oleada de bestias, Vash se quedó quieto, respirando ligeramente agitado, pero no exhausto. Miró a su alrededor, notando que Jeanne Alter aún no se había apartado de él, y que su mirada parecía más profunda que nunca.

"Ya está hecho", dijo Vash, bajando el velo de la fortaleza. "Pero no se pueden dejar de lado los peligros en esta área. Es mejor que sigamos avanzando."

Pero Jeanne Alter no parecía escuchar, o quizás no le importaba. Se acercó lentamente, y con un tono que no era el habitual, simplemente dijo.

"Vash, ¿quieres pasar un poco de tiempo conmigo? Quiero estar a solas contigo... Un momento, solo nosotros."

Vash levantó una ceja, sorprendido por la solicitud tan directa. Sin embargo, algo en sus ojos mostró una comprensión tranquila. "Tienes una extraña forma de pedir las cosas, Jalter."

"No es eso…", murmuró Jeanne Alter, con algo de vulnerabilidad en su tono, algo que rara vez mostraba. "Solo... quiero estar cerca de ti."

Vash suspiró, sin palabras, y asintió lentamente. "Vamos, entonces. Solo un rato."

Mientras se retiraban hacia un edificio cercano.

Ritsuka observó todo desde la distancia. Un sentimiento extraño de incomodidad lo invadió, pero no podía evitar sentirse algo preocupado por la situación. Jalter y Vash parecían estar compartiendo un momento que él no entendía por completo.

"Eso no me gusta", murmuró para sí mismo, frotándose la cabeza.

Mientras tanto, Mash y Nitocris avanzaban en la misión. Ritsuka había quedado algo atrás, indeciso sobre si debía ir a comprobar qué sucedía con Vash y Jalter. Pero de repente, un sonido estruendoso lo sacó de sus pensamientos: una enorme horda de bestias se acercaba por la calle, mucho más grande y peligrosa de lo que había imaginado.

"¡Senpai! ¡Cuidado!", gritó Mash mientras se interponía entre él y las criaturas.

Nitocris, sin dudar, empezó a invocar su magia, enviando ráfagas de energía mágica que desintegraban a las bestias antes de que pudieran acercarse demasiado. Ritsuka, sintiendo el peso de la situación, se acobardó un poco, pero rápidamente se dio cuenta de que no era el momento de dudar.

Mash y Nitocris estaban cubriéndolo, y aunque sentía el miedo en su pecho, sabía que debía ser más valiente. "No puedo dejarles todo el trabajo", murmuró, tomando aire. "Voy a ayudar."

De vuelta en el edificio donde Vash y Jeanne Alter se habían refugiado, la tensión seguía en aumento. Jalter se había acercado a Vash, quien estaba sentado sobre un trozo de concreto. La atmósfera entre ellos era algo rara, con un aire de melancolía y de algo más profundo flotando entre los dos.

"Lo sabes, ¿verdad?" Jeanne Alter susurró, más suave que nunca. "Te prefiero a él. A Ritsuka. No me importa lo que pase, yo solo quiero estar contigo."

Vash miró a Jalter, sus ojos mostrando una compasión que era difícil de describir. "Jalter… No soy la solución a todo, pero puedo ser lo, si lo necesitas."

ALERTA SUCULENCIA ADVERTENCIA LEMON.⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️😮⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️⚠️😮😮⚠️😮⚠️😮⚠️⚠️⚠️

jalter empujo suavemente a vash contra el suelo con su capa sirviendo como una cama improvisada y el abrigo de vash fue dejado de lado. Él sabía lo que ella quería, lo que ambos querían. Y quién era él para negarse."Oh, bueno, parece que quieres hacer algo. Bueno... inténtalo~", dijo jalter mientras aún lucía esa sonrisa suya, aunque esta vez se desvaneció rápidamente cuando vio a vash sonreír también.

Lo único que hizo vash después fue chasquear los dedos.

Al instante, toda la forma de jalter… se relajó.

Ese fuego en sus ojos, ese fuego de resistencia, ese fuego de orgullo que vash alguna vez admiró, se desvaneció. En su lugar… vacío.

"Ahora, como prometí", dijo heydrich acariciando el cabello de jalter.

jalter inmediatamente, arrojó sus bragas completamente empapadas a un lado, se acostó sobre su cama improvisada agarró fácilmente sus propias piernas y se las llevó a la cabeza, una hazaña solo posible gracias a su cuerpo increíblemente suave y flexible.

A pesar de que jalter todavía tenía puesto su vestido, vash podía ver fácilmente su próximo agujero, sin embargo, se tomó su tiempo para acercarse a jalter como para burlarse de su tan ansiosa amante. vash pronto se encontró inclinado sobre el cuerpo inclinado de jalter y alineó su polla con la hendidura goteante que rogaba por su atención.

"Ahora... ¿qué tan desesperadamente lo necesitas?"

"Y-y-yo Te Necesito"

"¿Eso es todo? ~"

"¡Te necesito dentro de mí! ¡Necesito sentir te a ti saber que eres real y no esos malditos sacerdotes!

"Comprendo~"

Justo cuando jalter terminó su grito de necesidad, vash empujó hacia abajo y atravesó el tembloroso coño de jalter con su vara.

vash inmediatamente se mordió el labio inferior mientras penetraba el apretado y suave coño de jalter. Era una sensación a la que aún no se había acostumbrado, lo que fácilmente consideró algo bueno. Justo como momentos antes, vash comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás con una furia satisfecha.

Por su parte, jalter se las arregló para divertirse mientras hacía un pequeño espectáculo. La ardiente belleza tenía la lengua colgando jadeante mientras que sus ojos claramente no se molestarían en ponerse en blanco. La mirada de satisfaccion era ahora un elemento básico de su tiempo de diversión juntos y cada vez que vash la veía, no podía evitar sentir una sensación de dominación total que lo abarcaba todo.

*¡Pat!* *¡Golpe!* *¡pat!* *¡Golpe!* Eran los únicos sonidos que se escuchaban en el edificio mientras sus cuerpos calientes y sudorosos se estrellaban uno contra el otro, ambos anhelando cada vez más la carne del otro contra ellos.

jalter ya había tenido media docena de orgasmos alrededor del eje de su eje y su cuerpo estaba empezando a sentirlo... aunque alguien más también podía sentirlo, por lo que una mano cayó con fuerza sobre el trasero de jalter.

*¡GOLPE!*

—¡Oye! ¡Cálmate, querida! Estoy a punto de dejar que te llenes de mi "mana", ¡pero no voy a correrme a menos que lo quieras! —gimio cuando sintió que el coño de jalter se aflojaba alrededor de su polla.

"¡hazlo,Hazlo hazlo !", gritó jalter en éxtasis.

Vash sintió que los pliegues de jalter se tensaban moderadamente y continuó empujándola.

Los dos estuvieron en esta posición durante varios minutos antes de que vash finalmente llegara a su límite.

"¡Oh, oh, joder, aquí viene, Jalter! ¡Otra descarga de mana", gimió vash mientras se descargaba en su nueva amante.

"¡Oh, sí, carajo! ¡Por favor, lléname con tu semen! ¡Por favor, no me abandones!", gritó jalter al sentir la sensación celestial de que vash descargara carga tras carga de semen cálido en lo más profundo de ella.

vash continuó bombeando dentro y fuera del coño aún ansioso de jalter durante varios minutos, queriendo soportar la increíble sensación del coño espasmódico de jalter convulsionando alrededor de su polla.

FIN DE LA SUCULENCIA

Afuera, Ritsuka luchaba junto a Mash y Nitocris, sin saber que las dinámicas dentro del equipo de Chaldea estaban cambiando lentamente, pero de manera irreversible. El futuro de todos ellos no era tan claro como antes, y la conexión entre las diferentes figuras heroicas que los rodeaban empezaba a cobrar un significado mucho más profundo de lo que habían anticipado.

Mientras tanto, en Chaldea, las Artorias se encontraban en una situación aún más caótica. Sin su chef Vash para preparar la comida, los ánimos en la cocina estaban por explotar. La tensión era palpable, y el caos solo crecía. Pero esa es otra historia, una que seguiría su curso mientras los destinos de todos se entrelazaban en las sombras.

La situación en la cocina de Chaldea estaba fuera de control. La falta de un chef (específicamente, la ausencia de Vash, quien siempre se encargaba de preparar los platos para las saber face) había llevado a un caos total.

Emiya, quien generalmente manejaba las tareas administrativas y los pedidos dentro de la cocina, estaba completamente desbordado. No solo tenía que atender los pedidos de comida, sino que también se encontraba gestionando la logística de la misión. Por si fuera poco, la falta de organización de sus compañeros solo aumentaba la presión sobre él.

"Boudica, por favor, ¿puedes ayudarme con esto?" gritó Emiya mientras intentaba calmar la creciente tormenta de caos culinario. Boudica, sin embargo, no estaba de humor para nada. De hecho, había pasado ya varias horas en la cocina sin mostrar la mínima intención de involucrarse.

"¿Cocinar? ¿Ahora? ¡Ni lo sueñes!", espetó Boudica con desdén, cruzando los brazos y mirando con enojo a Emiya. "No estoy aquí para perder el tiempo en una cocina. ¡Quiero comida rápida, no una sesión de tortura culinaria!". seguia de mal humor por cierto recuerdo.

Tamamo Cat, quien solía ser la más animada en las cocinas de Chaldea, también se encontraba en su propio caos. Sin previo aviso, mientras intentaba ayudar a calmar la situación, un gigantesco costal de harina que alguien había dejado mal colocado cayó sobre ella. Con un fuerte "¡Wauff!", Tamamo Cat quedó atrapada debajo del saco, noqueada de inmediato, cubierta de harina de pies a cabeza.

"¿¡Tamamo Cat!? ¡Noooo!" gritó Emiya, pero lo único que pudo hacer fue mirarla desde lejos mientras la harina cubría por completo la figura de la Servant.

La falta de un chef para dirigir las operaciones había llevado al límite a la cocina. El ambiente, que usualmente era una mezcla de risas y trabajo en equipo, estaba ahora plagado de frustración y caos. Pero lo peor estaba por venir.

El motín que se gestaba en la cocina, alimentado por la creciente incomodidad y el hambre insatisfecha, comenzó a tomar forma. Las Artorias, las versiones de la figura legendaria del Rey arturo, fueron las primeras en unirse a la rebelión culinaria. Cansadas de esperar y de la evidente falta de organización, decidieron actuar. El grupo comenzó a organizarse, liderado por Artoria Saber, quien no parecía dispuesta a tolerar más desorden.

"No podemos quedarnos aquí como tontos. ¡Esto es una falta de respeto!" exclamó Artoria Saber, dándole un golpe a la mesa con su espada Excalibur. Su voz resonó en el aire, llena de determinación.

La rebelión se expandió rápidamente. Los Caballeros de la Mesa Redonda, al ver la actitud firme de su Reina, se unieron en solidaridad. Artoria Lancer y Artoria Archer no tardaron en hacer causa común, exigiendo que alguien se hiciera responsable de la cocina. Las voces aumentaban en volumen, y la tensión crecía con cada segundo que pasaba sin que se llegara a una solución.

"Esto no puede continuar así. ¡Necesitamos algo de comer!" insistió Artoria Lancer, con la paciencia al límite. "No podemos depender de la improvisación. ¡Es una cuestión de honor!"

Pero la situación no se limitó solo a las Artorias. La facción de Roma, que estaba en Chaldea bajo el liderazgo de César, Calígula y Nerón, también vio la oportunidad de sumarse a la revuelta.

"¡Eres una deshonra! ¡No sabes cocinar! ¡Esto es inaceptable!" gritó César, levantando el brazo dramáticamente con su gran estomado temblando. "¡Nosotros, los líderes de Roma, no vamos a tolerar tal falta de habilidad en la cocina!"

"No es cuestión de habilidad, ¡es cuestión de trabajo y organizaion!" replicó Emiya, sintiendo el peso de la crítica. "¡Solo denme un poco de tiempo, por favor!"

Pero sus súplicas fueron interrumpidas por la aparición de Calígula, quien, sin pensarlo, arrojó un panal de miel contra las estanterías, desparramando todo por el suelo. "¡Esto está mal! ¡Lo hago a mi manera!" exclamó con un brillo loco en sus ojos.

Y luego, por supuesto, estaba Nerón. Con su característico "Umu!" y su aire de realeza, no tardó en unirse al caos, exigiendo que se le sirviera un banquete digno de su magnificencia.

"¡Esto no es digno de un emperador!" dijo Nerón, mirando a Emiya con desdén. "¡Voy a organizar la fiesta de Roma, y todo el mundo será mi invitado especial!"

Y no se quedaron ahí. Otros Servants se unieron, algunos en busca de algo de diversión y otros simplemente hartos de la falta de comida. Como resultado, la cocina se transformó en un campo de batalla, con ingredientes volando, platos rotos y una cacofonía de voces reclamando justicia por el hambre que sufrían.

Mientras tanto, en el interior de la Singularidad en Nueva York.

A unos cuantos kilómetros de la zona donde el caos se desataba en la cocina de Chaldea, Vash y Jeanne Alter seguían hehem con sus relaciones. Los dos se habían distanciado un poco del grupo, tomando un respiro en un edificio semi destruido para tener tiempo a solas.

El aire dentro del edificio estaba cargado con una extraña mezcla de tensiones. Jeanne Alter no se apartaba de Vash, como siempre, observando cada uno de sus movimientos. Aunque él trató de mantener la distancia, no podía evitar sentir que algo había cambiado entre ambos. No era solo la necesidad de mantener la calma y la vigilancia en la misión. Había algo en el aire que parecía pesar más que cualquier enemigo.

"Vash…" susurró Jeanne Alter, tomando la palabra primero. "¿Puedo pedirte algo?"

"¿Qué pasa, Jalter?" Vash respondió, mirando hacia su dirección con una expresión tranquila. "Dime."

Jeanne Alter, sin embargo, no pudo evitar acercarse más. Sus ojos brillaban con un destello de una emoción intensa.

"Quiero estar contigo… un poco más," dijo suavemente, la necesidad de su voz contrarrestada por una duda interna. "No solo para tener esto de aparearnos, sino para estar…"

Vash observó su rostro por un largo momento. La situación era compleja, y él sabía que Jeanne Alter no buscaba solo el afecto que le dio. Había algo más en su voz, algo más profundo.

"Lo sé," murmuró Vash, sin saber realmente qué decir. Sabía lo que ella quería, y la respuesta no era simple. ¿Cómo podía explicarle lo que sentía? ¿Cómo podía decirle que no era algo tan sencillo como un abrazo o una promesa?

En la cocina de Chaldea

Mientras tanto, el motín en la cocina se encontraba en su punto álgido. Los gritos de las Artorias y los romanos resonaban por todo el lugar, con Nerón, Calígula y César liderando el caos. Artoria Saber estaba decidida a poner fin a este desastre, aunque las cosas parecían desbordarse cada vez más.

"¡Lo haré yo misma!" exclamó Artoria Saber, levantando la espada en alto. "¡Esto ya ha pasado de la raya!"

"¡Lo sé!" respondió Nerón con energía, "Pero en su ausencia, ¡somos nosotros los que debemos tomar el control!"

El caos de la cocina era ahora un reflejo de lo que ocurría en los corazones de todos los presentes en Chaldea. Mientras algunos luchaban por el poder, otros simplemente querían alo que golpear asta que alguien grito Lancer ga shindaaaaaa. Pero la falta de comida y la presión del día a día solo hacía que todo estallara en una explosión de emociones.

La pregunta seguía sin respuesta: ¿Quién sería el verdadero líder en medio de este caos culinario?

Y mientras tanto, en las sombras, Da Vinci observaba todo a través de las cámaras ocultas, sintiendo un leve rubor en sus mejillas y un leve escozor en su vagina al recordar lo que había espiado entre Vash y Jeanne Alter. Pero eso, por supuesto, solo aumentaba su obsesión.