Con su mano delicadamente colocada en el firme agarre de Lucio, Layla descendió la gran escalera con una gracia sin esfuerzo, el suave resplandor del candelabro proyectando un foco sobre ellos. En el fondo, las notas suaves de una melodía de piano llenaban el aire.
Desde el otro lado de la sala, la mirada de Orabela se concentró en Layla, su expresión se endureció mientras sus ojos se fijaban en el deslumbrante colgante que colgaba del cuello de Layla.
El diamante, incrustado en un entorno intrincado, brillaba brillantemente bajo las luces.
Orabela contuvo la respiración, reconociendo la pieza al instante. Era el diamante más raro del mundo, un tesoro único que había codiciado desde que lo vio en una subasta exclusiva el mes pasado.
Estaba decidida a poseerlo, dispuesta a pagar cualquier precio por poseer tal símbolo de prestigio y riqueza.
«Así que Lucio fue el comprador», pensó Orabela amargamente, su celos ardiendo mientras luchaba por mantener su compostura.