—Voy a... voy a ser buena —susurró, su voz temblaba de miedo.
—Niña buena —ronroneó, soltando su mejilla con una rápida bofetada.
—Ahora, vamos a asegurarnos de que conozcas tu lugar.
Miquel empujó a Joanna lejos de la pared, haciendo que tambaleara hacia atrás.
Ella tropezó y cayó de rodillas, sus ojos se agrandaron de miedo mientras él se erguía sobre ella.
—Ahora, quítame los zapatos —ordenó, su voz fría y una extraña sonrisa en su rostro.
Joanna dudó, sus manos temblaban mientras alcanzaba los cordones de sus caros zapatos de vestir.
Los desató lentamente, su corazón latía aceleradamente mientras los quitaba uno a uno, colocándolos a un lado en el suelo.
—Ahora, gatea hacia la cama —dijo, un brillo peligroso en sus ojos.
La garganta de Joanna se apretó, su corazón martillaba contra su costillar mientras obediente gateaba hacia la cama, sus manos y rodillas frías contra el piso de madera.
Miquel la siguió detrás, sus pasos resonando en el silencio de la habitación.
Cuando llegaron a la cama, él se sentó en el borde, sus ojos fijos en la forma temblorosa de Joanna. Le encantaba cómo ella lucía.
—Quítate el resto de tu ropa —ordenó, su voz teñida con un toque de satisfacción.
Joanna asintió suavemente, sus dedos luchando con los botones de su desgarrado vestido de novia mientras se lo quitaba pieza por pieza.
Joanna estaba de pie ante Miquel, completamente desnuda, su cuerpo expuesto y vulnerable a su mirada.
Ella podía sentir sus ojos recorriéndola, su hambre evidente en la forma en que su respiración se aceleraba.
—Dame la vuelta —ordenó, su voz helada y amenazante. Quiero ver ese maldito trasero.
Joanna dudó, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero sabía que no debía desafiarlo.
Se dio la vuelta, sus manos cubrían sus pechos mientras intentaba proteger su pudor.
Miquel rió, sus manos recorrían sus piernas arriba y abajo, sus dedos seguían las curvas de su cuerpo.
—Mm, un cuerpecito tan perfecto —murmuró Miquel, sus manos agarrando sus caderas con fuerza. No puedo esperar para hartarme de ti.
Joanna se estremeció, todo su cuerpo temblaba de miedo y vergüenza. Mordió su labio para contener un sollozo, su mente inundada con pensamientos de escapar. Pero sabía que no había escapatoria del alcance de un cruel Don.
—Sube a la cama —ordenó, su voz no dejaba lugar a discusiones.
Joanna hizo lo que le dijeron, gateando a la cama, su cuerpo temblaba con cada movimiento.
Miquel subió a la cama detrás de ella, su gran figura se cernía sobre ella como un depredador.
Pasó sus manos sobre su espalda, sus dedos recorrían su columna vertebral y sobre la curva de sus caderas.
—Una novia tan bonita —murmuró, su aliento caliente contra su piel—. Y ahora, eres toda mía.
Joanna soltó un sollozo estremecedor, su cuerpo sacudido por el miedo y la desesperación.
—Miquel rió, sus dedos recorrían más abajo, trazando la línea de su trasero.
Se inclinó hacia abajo, sus labios presionaban contra el cuello de Joanna, sus dientes rozaban su piel en una caricia peligrosa.
—Eres mía para hacer lo que quiera, Joan —gruñó, sus palabras una promesa oscura de lo que está por venir—. Y voy a disfrutar cada centímetro de ti, mi pequeña novia.
Joanna gimió, su cuerpo se tensó mientras las manos de Miquel se deslizaban hacia abajo, sus dedos sondaban entre sus piernas.
—Estás tan húmeda para mí, mi pequeña novia —murmuró Miquel, su voz una mezcla de placer y diversión—. Parece que tu cuerpo sabe lo que tu mente no quiere admitir. Lo deseas, Joanna. Me deseas.
Joanna mordió su labio, tratando de contener un gemido mientras los dedos de Miquel seguían explorándola.
Odiaba admitirlo pero tenía razón, su cuerpo la traicionaba, respondiendo a su tacto a pesar de su repulsión y terror.
—No lo pelees —susurró él, su aliento caliente contra su oreja—. Ahora me perteneces.
Los dedos de Miquel se deslizaron más profundo, su toque encendiendo un fuego dentro del cuerpo de Joanna.
Ella soltó un jadeo, incapaz de contener su placer mientras él continuaba jugando con ella, sus dedos girando en sus zonas más sensibles.
—Eso es, mi pequeña novia —ronroneó, sus labios recorrían su cuello—. Entrégate a mí.
La respiración de Joanna venía en ráfagas cortas y agudas, su cuerpo se arqueaba contra su tacto.
Ella sabía que debía luchar, intentar resistir, pero su cuerpo ya estaba perdido ante su tacto, su mente consumida con el deseo.
Las manos de Miquel continuaron su exploración, sus dedos empujando más profundo, su pulgar giraba alrededor de su clítoris.
Los gemidos de Joanna se hacían más fuertes, su cuerpo temblaba de placer mientras él la empujaba más y más hacia el límite.
—Voy a hacerte venir para mí —murmuró, su voz un rugido bajo—. Y luego, te tomaré, mi pequeña novia. Te haré mía en todos los sentidos.
Joanna gritó, su cuerpo se arqueó mientras los dedos de Miquel la llevaban al límite, su orgasmo la envolvía como una ola.
El tacto de Miquel se suavizó, sus dedos se movían lentamente mientras el cuerpo de Joanna temblaba con las réplicas de su liberación.
—Qué niña tan buena —murmuró, su voz un susurro bajo en su oído—. Ahora es mi turno.
La empujó sobre su espalda, su cuerpo se cernía sobre el de ella mientras se desvestía, sus ojos hambrientos y posesivos.
Joanna temblaba, sus ojos se agrandaban al ver el tamaño de la erección de Miquel, la dureza de su cuerpo mientras se posicionaba entre sus piernas.
Las manos de Miquel acariciaban los muslos de Joanna, su toque suave pero firme mientras se posicionaba en su entrada.
—Mírame —ordenó, su voz tan fría e intensa.
Joanna se encontró con su mirada, sus ojos se agrandaban de miedo.
La sonrisa de Miquel fue depredadora, sus ojos oscuros con deseo.
—Este es el momento en que te conviertes en mía, Joanna. El momento en que te conviertes en mi esposa, y mi esclava —Empujó su falo erecto dentro de ella, su respiración se cortaba mientras él la llenaba completamente.