—Ruofeng, ¿ves si no puedes ir hoy? ¡Mi empresa está tan ocupada que estoy saltando de mis pies! —la voz de Han Yunfan se escuchaba por la radio, sonando muy angustiado.
—Oye, teníamos un trato, ¿y dices que no podemos ir? —Shen Ruofeng frunció el ceño y dijo irritado.
—Además, ¿qué hay en tu empresa que esté tan ocupado? ¿No sigues teniendo a tu viejo y a los otros maestros de la familia manejando las cosas? Yunfan, eres un joven, no un viejo choto; no es bueno para ti no salir y divertirte cada día. Mírame a mí, ahora soy un presidente, ¿y acaso no corro afuera todo el tiempo? Esto es lo que llaman equilibrar el trabajo con el ocio... —no bien habían caído las palabras de Han Yunfan cuando Shen Ruofeng dijo irritado.
—Corta el rollo, eso no es equilibrar el trabajo con el ocio, eso es pura pereza de tu parte. ¡Apuesto a que la Corporación Shen será arruinada por ti algún día! —Shen Ruofeng no había terminado de hablar cuando Han Yunfan lo interrumpió irritado.