—Jeje, no te preocupes, ya no te golpearé más —dijo con burla.
El grandulón de aspecto sórdido pensó que estaba a punto de ser golpeado por Liang Fei nuevamente, pero para su sorpresa, Liang Fei de repente bajó su mano levantada, tocó suavemente su rostro hinchado y con una sonrisa que le daría pesadillas al grandulón sórdido, dijo:
—Un caballero usa su lengua, no su puño, ¿verdad? Está mal golpear a la gente, ¿no es así?
—Sí, sí, golpear a la gente está mal, ¡ya no puedes golpearme! —respondió el grandulón, aún confuso.
El grandulón sórdido no podía entender qué tramaba Liang Fei. Aunque vagamente estuvo de acuerdo en la superficie, en el fondo deseaba poder despedazar a Liang Fei en pedazos.
—Maldita sea, diciendo que está mal golpear a la gente, y que un caballero usa su lengua, no su puño; me has golpeado hasta el punto en que ni siquiera puedo hablar... —murmuró para sí.