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Despertar en tiempos antiguos
William Storm abrió los ojos lentamente, sintiendo el frío aire de la mañana acariciar su piel. El aroma terroso del suelo húmedo lo rodeaba, y mientras se levantaba, miró a su alrededor con confusión. Se encontraba en una aldea pequeña, rodeada de chozas hechas de madera y paja. El paisaje parecía salido de otra época, una época muy distante de la que recordaba.
Se pasó las manos por el rostro y se dio cuenta de que su cuerpo era más joven y fuerte. Aunque los recuerdos de su vida pasada eran vagos, sabía que había muerto... o algo parecido. "¿Dónde estoy?", pensó. Al mirar a los aldeanos trabajando en los campos, con herramientas rudimentarias y vestimenta sencilla, la confusión se transformó en una suposición: "Debo haber renacido mil años antes en mi propia tierra."
Con esa idea en mente, William decidió adaptarse a esta nueva vida. No tenía ambiciones de poder en ese momento, solo el deseo de entender su entorno y sobrevivir en este mundo primitivo.
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La vida en la aldea
Los días pasaron lentamente mientras William se integraba en la rutina de la aldea. Trabajaba en los campos de arroz, ayudaba a reparar las chozas y compartía comidas sencillas con los aldeanos. La vida era dura, pero también sencilla. No había poder ni tecnología, solo el esfuerzo físico y la supervivencia diaria.
Aunque William tenía habilidades superiores, decidió no destacarse. Era reservado, haciendo su trabajo en silencio, observando todo a su alrededor. Poco a poco, comenzó a conocer a los aldeanos. Hombres que trabajaban desde el amanecer hasta el anochecer, mujeres que cuidaban a los niños y las cosechas, y ancianos que contaban historias sobre las guerras entre los señores feudales.
Una mañana, mientras William trabajaba, uno de los aldeanos, un hombre mayor llamado Taro, lo observaba de lejos. Taro había vivido toda su vida en la aldea y conocía a cada persona como la palma de su mano, pero William siempre había sido una figura enigmática para él. "Ese hombre... no es como los demás," pensó. "Trabaja sin descanso, nunca se queja, pero hay algo en su mirada. Algo que no puedo descifrar."
Taro decidió acercarse, ofreciendo una sonrisa mientras preguntaba: "¿De dónde vienes, William? No pareces de por aquí."
William, manteniendo su compostura habitual, respondió con calma: "De tierras lejanas. Ahora este es mi hogar."
Taro asintió lentamente, pero la duda aún permanecía en su mente. "Este hombre guarda secretos," pensó Taro mientras se alejaba, sin saber que William estaba mucho más allá de su comprensión.
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Primeras reflexiones y entrenamiento
A pesar de haberse adaptado a la vida en la aldea, William no podía ignorar la sensación de que algo estaba mal. "Este no es mi mundo," se repetía en las noches mientras observaba el cielo estrellado. No podía identificarlo todavía, pero algo en su interior le decía que debía prepararse para lo que estaba por venir.
Durante las noches, cuando la aldea dormía, William se escabullía en el bosque cercano para entrenar. Sabía que no podía confiarse. No tenía poder en ese momento, pero su cuerpo y mente debían estar en la mejor forma posible. Practicaba ejercicios de control físico, movimientos lentos y precisos que lo ayudaban a mantener su agilidad y resistencia.
Cada movimiento estaba calculado. Su respiración, profunda y controlada, lo ayudaba a mantenerse enfocado, sincronizando su mente con su cuerpo. Sabía que algún día tendría que enfrentarse a lo desconocido, y cuando ese momento llegara, quería estar listo.
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La conexión con la tormenta
Unas semanas después de su llegada, una tormenta comenzó a formarse en el horizonte. Mientras los aldeanos corrían a buscar refugio, William se quedó afuera, observando el cielo. Algo en la tormenta lo atraía, una sensación que no podía ignorar.
Los relámpagos atravesaban las nubes oscuras, y el sonido de los truenos retumbaba en sus oídos. Mientras el viento rugía a su alrededor, William cerró los ojos y permitió que el caos lo envolviera. Sintió una conexión con los elementos, como si la tormenta estuviera respondiendo a su presencia.
Aunque no podía controlarla, sabía que había algo más profundo detrás de esa conexión. "La tormenta es solo el principio," pensó mientras la lluvia caía con fuerza sobre su cuerpo. "Debo seguir entrenando, debo entender este poder."
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El descubrimiento del País de los Antepasados
Un día, mientras trabajaba junto a un grupo de aldeanos, William escuchó una conversación que cambiaría su percepción de este mundo. Los aldeanos hablaban sobre un lugar lejano, conocido como el País de los Antepasados, una tierra mítica de la que, según las leyendas, provenían grandes cambios.
Al escuchar ese nombre, William sintió un golpe en su mente. "El País de los Antepasados..." murmuró, mientras los recuerdos de su vida pasada comenzaban a regresar. Recordaba ahora el chakra, un poder que cambiaría el destino de todo aquel que lo poseyera. Y con ese pensamiento, William entendió que no estaba en el pasado de su propia tierra.
"Este es el mundo antes de la llegada de Kaguya," pensó con asombro. El chakra aún no existía, pero pronto lo haría. Y cuando llegara, él debía ser el primero en dominarlo.
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Nuevas ambiciones
Con este nuevo conocimiento, algo dentro de William cambió. Sus antiguas ambiciones de poder, que había dejado de lado al llegar a este mundo, despertaron con una intensidad renovada. "El chakra está por llegar," pensó. "Y cuando lo haga, yo lo controlaré."
Desde ese momento, William comenzó a planear. Ya no era suficiente entrenar su cuerpo y mente; ahora, debía encontrar una manera de dominar el chakra cuando llegara. Sabía que tenía que prepararse para crear su propio sistema de cultivo, uno que lo llevaría a la inmortalidad y al control absoluto sobre el mundo que lo rodeaba.
"No solo alcanzaré el poder," se dijo a sí mismo mientras miraba el horizonte. "Lo crearé."
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