Mi cabeza daba muchas vueltas, pero después de tanto tiempo, soy yo. Bueno, eso nunca es algo agradable realmente, nada bueno ha traído estos dieciocho años. Puede extrañe la basura ha ocurrido anteriormente, el dolor, el llanto, inclusive el sufrimiento ajeno, pero a este punto considero es simplemente la nostalgia hablando.
¿Por qué razón algo así ha de traerme bienestar?
—Quizás porque tu vida es una basura.—Respondí cual si fuese otro interlocutor. No es como si alguien más me fuese a escuchar, totalmente abrazado por la oscuridad como estoy ahora.
Los postes de luz de Londres siendo lo único iluminaba mi débil figura, siendo una escena tan bonita como aterradora. Fácilmente Jack el Destripador podría aparecer en cualquier momento, confundirme con una prostituta y destriparme. Aunque más me vale callarme, nunca se sabe cuando las cosas pueden volverse realidad. Después de todo, estoy de pie ahora mismo por algo fuera de mi comprensión.
—¿Lo es, Sean?—Sí, lo es. Y debería dejar de hablarme a mí mismo, por ahí leí es estar a un paso de recaer en la locura. Quizás por esa misma razón dudo sobre lo ocurrido, sobre lo que me causa cierta incertidumbre respecto a su veracidad. ¿Puede acaso sea mi mente cuidando mi más ínfima mota de cordura?
—Lo es, Sean.—Una risa que no provenía de mi propio ser fue expulsada por otra persona ajena a mí. ¿Es esto cierto?
Pensaba estaba al borde de la locura, pero ya esto es confirmar mis monólogos internos.
No pude evitar el girar alrededor de mi propio eje, buscando dicha persona habló, creyendo aún seguía con los pies en la tierra. Esas palabras fueron tan admirables y llenas de vigor que no creía fueran de mi propia cabeza, y por suerte, tales vocablos eran de una persona totalmente ajena.
La chica que habría hablado con anterioridad cubría suavemente sus labios cual si la hubiesen atrapado. Razón tenía, mis ojos clavados en su rostro tratando de discernir el mismo. Acercándose más bajo la luz de la farola en la cual yo yacía, sus oscuros ojos castaños miraron con cierta ternura a mi persona. Sólo una chica podría mirarme de tal manera, a excepción de mi abuela, claro.
—¿Qué es esa cara? Parece viste un fantasma.—Su rostro nunca dio indicios de estar simulando tristeza, pero parecía aún más alegre mientras una leve risa escapó de la mujer posterior a sus palabras.
¿Acaso realmente estaba tan perplejo? Fue el mirarme en un reflejo aledaño para notar estaba boquiabierto. Vamos, es una mujer, no algo de otro mundo. Aunque por momentos juraría lo parecen, pero no es para tener semejante reacción frente a una linda chica de mi edad.
Hana Adams.
Para sorpresa de cualquier persona, no utiliza ropa gótica o pertenece a cierta familia de dudosas costumbres. Su aspecto es totalmente opuesto a la actitud la cual me refiero. Una sabelotodo de manual, si así podríamos llamarla de manera ciertamente cariñosa. Alegre, risueña, inteligente, linda, voluptuosa. Quizás tuve que haber terminado en linda, pero creo el punto se puede comprender.
Es lo que todo hombre quisiera, y para sorpresa mía y de cualquier otra persona nos vea, está ahora mismo hablando conmigo. Es una amiga, sí, pero me siento de alguna u otra forma realmente privilegiado al ella ser la primera toma la iniciativa en dirigirme la palabra.
Hasta hace poco no habíamos hablado.
¿Hace poco? Puede haya perdido un poco la noción del tiempo, con tan mezclada están mis ideas, quizás hayan sido unos meses. De todas formas, es increíble me recuerde.
—¿Un fantasma me miraría de esa forma? Antes me comería sin avisar.—Mis ojos giraron y terminaron cayendo a un costado.—Aunque quizás el fantasma es muy bondadoso conmigo.—
—¿No pensaste en que tú podrías ser el fantasma? Tus ojos tan claros no parecen reales.—Respondió a la par su cabeza se ladeaba.
—Uh. Quizás lo haya sido, puede sea un efecto secundario.—
—Deberías de enseñarme a ser uno, me gustaría poder volar, tener ojos claros. Ya sabes, sería tan fácil el vivir de esa forma.—
¿Lo sería, Sean? Quizás para mí, un bastardo sin cariño alguno por otros. Bueno, a un bastardo al que no le tienen cariño los otros, ese sería el decir correcto. Pero a diferencia suya, ¿es acaso tan despistada como para no saber todos la extrañarían?
—Pero un fantasma no está vivo, Hana. Nadie en vida podrá saber de ti, ¿no tenias un hermano? Seguramente él y tus padres se pondrían mal.—Sentía mis palabras fueron más pesadas qué de costumbre.
Como siempre.
Fue tan evidente que el peso en el ambiente había subido repentinamente, como si me encontrase en una cámara de gravedad al 100%. Lo que dije no tuvo nada malo a mis ojos, pero pese a no empatizar con la otra parte, el peso de mis palabras se hace presente en el ambiente. "Fui un tanto directo". No, eso no es cierto. "Toqué un punto sensible". La chica enfrente mía no sólo no respondió por un lapso de tiempo el cual consideré años, inclusive su respiración paró repentinamente. Fue algo similar a hacerle reconsiderar todo lo que dijo hace unos segundos, pero por alguna razón, volvió a la normalidad.
—Mi hermano. . .—Su voz sonaba pesada, inclinándose más a la tristeza que al enojo mismo.
Su hermano, él ya no estaba aquí. Lo sabía mejor que nadie, después de todo. . .
Otra vez ocurrió.
Fue como si borrasen mi memoria, si un monólogo completo lo cortasen en la parte más importante. Realmente el que escribía mi vida me detestaba, si es que no lo hace más que yo a mí.
Pero lamentablemente sé lo que sigue.—Él ya se fue, ¿verdad?—Hablé cual un parásito, interrumpiendo a mi huésped y colandome en su habla.
Sus ojos ahora brillosos, producto de la luz golpeaba los mismos una vez cristalinos.
Titubeó al continuar, ella no quería. Hacerlo sería decir lo que significaba eso, lo que desencadenó. El abandono de su padre, de su madre.
La ruptura de su familia.
La ruptura de mi promesa.