Un impresionante lienzo de tonos dorados se desplegaba en el horizonte lejano, dando la bienvenida al despertar del mundo a un nuevo día y al auspicioso nacimiento de una nueva entidad divina. El tiempo parecía detenerse por un segundo mientras el majestuoso tritón trazaba un arco grácil por el aire, solo para reanudar su curso una vez que se sumergía en el agua.
Gu Luoxin se agarraba el pecho, jadeando por aire. Cada fibra de su cuerpo vibraba de excitación y su mente estaba agradablemente en blanco. Aquella figura etérea y deslumbrante parecía haber quedado grabada en sus ojos y su corazón.
—Xiao Shen... ¿se convierte en tritón? —murmuró aturdido. Luego, al caer en la cuenta, exclamó de nuevo, esta vez más fuerte: