Cuanto más profundo avanzaba Jin Jiuchi, más opresivo se volvía el calor. Lo envolvía como una bola de mochi pegajoso y hirviendo, adhiriéndose a su espeso pelaje y tirándolo en cuatro direcciones diferentes. Podía sentirse acercándose cada vez más a la reina, y un gruñido amenazante reverberaba en su garganta. ¿Quieres devorarme? ¡Ja! ¡En tus sueños!
Estaba a punto de abrir sus fauces y morder el mochi travieso cuando de repente, un leve sollozo rozó sus oídos como el susurro de la brisa, tan suave que Jin Jiuchi lo hubiera perdido si no fuera por su oído agudizado.
—Me duele...
Sus orejas se movieron. Espera, ¿dónde había escuchado esta voz antes? Le llevó un tiempo rebuscar en su memoria cuando una realización repentina lo golpeó, haciendo que sus ojos se abrieran en shock. ¡Esta voz... pertenecía a la niña con la que se había encontrado fuera del barco! ¿Cómo podía estar aquí también?
