Xinxin se paralizó por un instante, claramente sin esperar que Shen Nianzu hiciera tal pregunta. Su rostro se volvió pálido y, bajo el sol abrasador, parecía particularmente delgado y frágil, como si pudiera desmayarse en cualquier momento. «Es porque... yo...», tartamudeó, incapaz de terminar la frase que estaba atorada en su garganta.
Al verlo titubear, la paciencia de Shen Nianzu pronto alcanzó su punto máximo. El rasgo más fatal que podían tener los jugadores en el Ciclo, aparte del miedo y la despreocupación, era la hesitación, porque no tenías idea de lo que un segundo de hesitación te podría costar. Podría ser una extremidad, o incluso una vida.