—¿Qué? —Natalie ofreció una sonrisa burlona, sus ojos brillando con maldad—. ¿Esperabas que dijera que si fallo, renunciaré a toda mi herencia en la familia?
Sephina fue tomada por sorpresa, pues esto siempre había funcionado con Natalie: retarla, empujarla a fallar, y luego tomar control sobre ella.
Viendo a su abuela impactada, los recuerdos pasaron por los ojos de Natalie, recuerdos de pasadas manipulaciones que la habían moldeado en la mujer que era ahora.
—Abuela, si gano esta competencia, ¿me dejarás continuar? Me encanta hacer perfumes —una joven Natalie había suplicado una vez.
—Está bien, pero ¿y si fallas? —Sephina había preguntado.
—Renunciaré a ello —Natalie había prometido, solo para que ese sueño fuera aplastado cuando inevitablemente fallaba o, más precisamente, era empujada a fallar.
—Abuela, mi profesor dice que soy hábil en el piano y puedo ganar esta competencia.
—¿Y si fallas?
—No volveré a tocar.