Natalie tragó duro. Sus palabras, su determinación inquebrantable y confianza en quien él amaría, eran abrumadoras. Un hombre así debe ser deseado por todas las mujeres.
—¿Entendido? —preguntó, trayéndola de vuelta a la realidad.
Ella apartó su mano para liberar su mentón, ofreciéndole una mirada fría. —¿Te importaría mantener tu distancia? Solo estamos fingiendo ser esposos por el bien de mi abuelo, no para que te acerques tanto a mí.
—Dice la que se me lanzó encima anoche —replicó él, retrocediendo.
Su comentario solo avivó su enfado. —Tú... eso fue un accidente... yo...
—Bueno que seas consciente de que solo estamos actuando —interrumpió él despectivamente—. Porque cualquier persona podría ser mi esposa menos tú. Tú estás fuera de mis límites.
Sus cejas se unieron en frustración, pensando que él la estaba menospreciando.