—Lo mataste —Clarissa lo repitió otra vez, sus ojos lanzándome puñales.
La miré, totalmente atónita mientras mi corazón martillaba contra mi caja torácica intentando procesar sus palabras. La acusación me golpeó —más dolorosa que cualquier cosa que esperase oír de ella.
—¿Qué? —susurré, esperando que mi voz fuera suficientemente estable—. ¿Cómo puedes...? ¿Por qué dirías eso?
—¿Por qué diría eso? —ella repitió con una mueca, cerrando la distancia entre nosotras hasta que casi estábamos nariz con nariz. Sus ojos, que eran del color de los de mi padre brillaban con ira.
—Tu padre acaba de morir, Lyla —escupió—. Deberías estar con tu familia, de luto con nosotros, pero aquí estás, huyendo como siempre. Solo te importas a ti misma y cuando las cosas no salen bien, te haces la víctima.