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Lyla
Era de noche cuando finalmente Nathan entró en el camino de entrada de la casa de la Manada Cresta Azul—mi hogar.
Nathan debió haber notado mi vacilación y colocó una mano reconfortante sobre mi hombro. —¿Quieres que entre contigo? —preguntó.
Asentí, agradecida por su apoyo. —Por favor —susurré.
Juntos salimos del coche y caminamos hacia la puerta principal. Mi mano temblaba mientras alcanzaba la manija de la puerta. Las manos de Nathan cubrieron las mías mientras se volvía hacia mí con una sonrisa gentil.
—¿Estás lista? —preguntó, aunque ambos conocíamos la respuesta.
Asentí, aunque mi estómago se revolvía con ansiedad. —Supongo.
Nathan asintió y abrió la puerta principal, dejándome pasar primero antes de entrar él detrás de mí.