Para alivio de Faye, no era Tobias quien estaba enfermo en la cama. Suspiró agradecida para sus adentros, —Gracias al creador, no es él.
Sin embargo, lo que veía no mejoraba la situación.
—¡Oooh...! —Los sollozos de dolor del niño pequeño llegaban a sus oídos. La vista de su sufrimiento llenaba el corazón de Faye con un dolor abrumador.
Mielle, la sirvienta, se sentó a su lado con un paño y una palangana, lavándole suavemente el sudor del rostro. La fiebre implacable que atormentaba su cuerpo teñía su piel de escarlata.
Cuando Faye se acercó, notó las llagas abiertas en su piel expuesta. Era la señal reveladora de la plaga.
El palidez de su rostro se volvió pálida al ver su estado deplorable.
Sterling agarró a Faye desde atrás. Sus hombros se tensaron mientras él la sujetaba firmemente en su lugar. —Eso es suficientemente cerca —advirtió—. No des ni un paso más.