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Las gotas de agua que se adherían al cabello del Duque caían de los extremos, deslizándose por su piel bronceada que brillaba con el parpadeo de la luz de las velas.
El agua caliente del baño tibio se sentía como un masaje reconfortante para los doloridos músculos de Sterling después de días pasados en el frío agarre del bosque de Halan. Mientras se relajaba, sumergido en la tina, observaba su desaliñada imagen en el espejo del tocador.
Notó que su ojo se estaba poniendo negro y el lado derecho de su mandíbula estaba amoratado e hinchado donde Merrick le había propinado un buen golpe con su puño.
Sterling sostuvo su mandíbula con la mano, moviéndola de un lado a otro. Aún podía sentir el ardor de donde había sido golpeado.
Recordó la primera vez que se había enredado con Merrick cuando vivían en Inreus. El Duque se rió para sí mismo al pensarlo. —El viejo todavía no ha perdido su toque —murmuró, arqueando una ceja ante su reflejo.