5 semanas después en el monasterio de Inreus:
—Sterling permanecía en silencio en la oficina de los rectores en Inreus. Su mirada fija en el paisaje invernal más allá del cristal empañado por la helada.
Afuera, los árboles esqueléticos se erguían desnudos, despojados de sus hojas vibrantes de antaño, mientras una gruesa capa de nieve cubría la tierra de un blanco prístino. El viento incisivo, implacable en su agarre helado, susurraba a través del aire.
Sin embargo, la vida de Sterling era cálida y luminosa; a pesar de este invierno amargo, Faye se había convertido en una llama eterna en su mundo, trayéndole alegría cada minuto que pasaban juntos.
El duque se había distraído la mayor parte de la mañana con la risa de Faye mientras ella jugaba a las carreras con los niños en el patio.
Cada vez que su mirada carmesí caía sobre ella, Sterling sentía como si le hubieran quitado el aire de los pulmones.