—El viento golpeaba el lado de la cabaña mientras Faye dormía tranquilamente en el regazo de Sterling. Había perdido y recuperado la conciencia desde que Merrick se había ido. Cuando Sterling regresara a Everton, se aseguraría de que la examinaran los mejores médicos. Su constante sueño y enfermedad se habían vuelto muy preocupantes.
—¿Cómo podría alguien tan débil llevar a su hijo y sobrevivir? Tenía que mejorarla antes de permitirle darle un heredero.
Dejó el libro que estaba leyendo en la mesa junto a la cama. Los largos mechones rubios de Faye caían sobre su rostro, ocultándole la vista de ella. Con ternura apartó su cabello y suspiró. Mirando su expresión serena. Su respiración se había calmado y ya no era entrecortada, y la fiebre finalmente había remitido.