Sterling arqueó una ceja. La comisura de su boca tembló en la incertidumbre. Al mirar a Faye, no pudo evitar sentir un nudo de inquietud apretándose en su estómago. —Me complace ver que tienes tanta confianza en mis habilidades para manejar a Lena —murmuró, su voz teñida de aprensión.
—Pero no sé si lo que dices funcionará. ¿Y si Lena espera algo de mí—algo que no estoy dispuesto a darle a cambio de hacer este favor?
Sus cejas se elevaron en consternación, esperando la respuesta de Faye.
—Tengo una pregunta —dijo Faye—. Si estás tratando de mantener las cosas en silencio y lejos del emperador, entonces, ¿por qué los envías de vuelta a la capital como señuelo? Digo—entiendo en parte, pero… ¿no sería contraproducente a lo que estamos tratando de lograr aquí?
—Porque, querida mariposa, ¿realmente van a la capital? —respondió Sterling.
—¿Eh?