Con los ojos ligeramente entrecerrados, la mujer disfrutaba de la mañana temprana de otoño. El clima estaba un poco frío, pero el cálido sol en su cuerpo se sentía maravillosamente reconfortante.
Sus labios, pintados con lápiz labial rosa, se curvaron en una sutil sonrisa. Su mirada era seductora y llevaba una bata de seda vintage. En este momento, Hannah parecía elegante y serena.
Había estado aquí por más de un año ya.
Una tenue sonrisa adornó el rostro de Hannah. Sabía que sus habilidades se habían agudizado y una vez se convirtiera en plenamente poderosa, reclamaría todo lo que legítimamente era suyo, devolviendo golpe por golpe.
En ese momento, cuatro doncellas hicieron una pausa en sus tareas. —Señorita Liliana, sus uñas están terminadas. ¿Qué color de esmalte le gustaría? —preguntó una de ellas.
Hannah miró perezosamente mientras una de las doncellas presentaba respetuosa y cuidadosamente una bandeja para que eligiera.
Con una sonrisa dulce, Hannah dijo:
