Eric secaba cuidadosamente el cabello de Ella, tomando una pequeña sección a la vez entre sus dedos antes de pasar a la siguiente. Su meticuloso cuidado la hizo sonreír, y la nube de pesadumbre que había estado sobre ella todo el día finalmente se disipó, revelando una sensación de paz y felicidad.
—¡Cariño, eres tan bueno conmigo! —dijo Ella dulcemente—. ¡Siento que realmente gané la lotería al casarme contigo! La mayoría de mujeres que se casan en familias ricas tienen que firmar contratos o algo por el estilo, como si las estuvieran poniendo a prueba para asegurarse de que no van solo tras el dinero. Pero tú nunca has dudado de mí, ni una sola vez.
Eric rió suavemente. —Ya eres rica por ti misma. ¿Por qué te importaría mi dinero?
El corazón de Ella se calentó aún más, sus ojos se llenaron de afecto mientras la suave brisa del secador de pelo le rozaba las orejas, haciendo que se enrojecieran levemente.