Ella se sintió un poco desanimada. —Solo ten cuidado, y... Eric, quiero hacer dieta, ¿vale?
Después de casi dos años con Eric, ¡había ganado más de diez libras bajo su cuidado! Su rostro se había llenado, dándole una apariencia aún más redonda y de muñeca.
—¡De ninguna manera!
—¿Por qué no? Si no me dejas ir de compras, ¡entonces voy a hacer dieta! —le suplicó Ella. Cada vez que decidía en secreto empezar una dieta, Eric siempre le enviaba más comida, rompiendo inevitablemente su plan.
—Cómetelo, o esta noche lo lamentarás de maneras que recordarás —dijo Eric con una sonrisa burlona, colocando un muslo de pollo dorado y asado en su tazón.
El olor irresistible destrozó completamente su determinación.
Ella no pudo evitar tragar y sonrió amargamente. —Dado que es una recompensa de mi esposo, supongo que lo aceptaré a regañadientes.