Después de años de conocer a su padre, Ella sabía perfectamente que Roberto era un hombre avaro que no dejaba que nadie tuviera lo que él no podía conseguir. ¡Era una realidad aterradora!
—Entonces, ¿ya te decidiste?
Los delgados y pálidos dedos de Eric trazaron suavemente el contorno del rostro de Ella.
Sus mejillas se sonrojaron instantáneamente. Su toque llevaba una gentileza seductora que hacía que su corazón latiera aún más rápido. Ella giró la cabeza:
—Dame... tres días.
—Está bien, querida, te esperaré.
Ella no entendía por qué Eric estaba interesado en ella. Había muchas mujeres más bellas y elegantes que ella, todas ansiosas por estar con Eric. ¿Por qué la eligió a ella? ¿Quizás porque compartían pasados similares?
—Tu llamado padre debería llegar pronto. Me iré por ahora... Pero prometo que te ayudaré a darles una probada de su propia medicina, chica.