—Eso fue cuando Yu Dong perdió todo control —dijo ella—. Sabía que este no era el lugar en el que debería hacerlo. Pero los suaves gemidos de Shen Li unidos a su expresión inocente al pedirle que lo hiciera suyo eran demasiado. Era irresistible. No pudo contener sus emociones.
—Shen Li jadeó mientras manos fuertes se enredaban en su cabello y una boca exigente tomaba posesión de la suya —relató—. Yu Dong no estaba pidiendo permiso. Lo estaba tomando. Lo estaba dominando, poseyendo cada centímetro de él —gemía contra su boca, y Yu Dong se deleitaba antes de soltar un gemido propio. Pronto, el beso se volvió tan ferviente que se trataba solo de mordida de labios, lenguas enredadas y dientes chocando.