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Yang Jia miró el entorno áspero y desordenado en el que acababa de entrar y se sintió incómoda, pero aun así, se animó y golpeó la puerta de madera frente a ella. La puerta se abrió después de unos segundos revelando a una mujer en sus finales de los cuarenta.
Yang Jia miró a la mujer y preguntó —¿Usted es la Sra. Chu?
—Sí, ¿y usted es? —preguntó la mujer llamada Sra Chu.
—Yang Jia. Quizás no me conozca, pero escuché que era muy amiga de mi madre, Tong Shan.
Al mencionar a Tong Shan, la expresión de la Sra. Chu se oscureció y dijo —Eso fue hace años y si hay algo de lo que me haya arrepentido en mi vida fue ser amiga de esa loca.
Yang Jia frunció el ceño y dijo —No debería hablar así de una persona fallecida.
Los ojos de la Sra. Chu destellaron sorprendidos mientras preguntaba incrédula —¿Tong Shan está muerta? Pero, ¿cómo?
—¿Le importa si entro? Podemos hablar mejor adentro.
