—Duele todo y, ¿por qué me retumba la cabeza? —sentía como si estuvieran tocando tambores en su cabeza—. ¿Por qué duele tanto?
—¿Meiyi? —una voz profunda llamó.
¿Alguien la estaba llamando? Esa voz le sonaba tan familiar, parecía la de su Mingze, pero él estaba en un viaje de negocios, así que no podía ser él, ¿verdad?
Yang Meiyi gimió de dolor mientras abría los ojos suavemente, podía oír el pitido de una máquina, mirando al techo blanco sobre ella se preguntaba dónde estaba y fue entonces cuando sintió su mano acariciando suavemente su mejilla mientras susurraba:
—Estás bien, estás a salvo.
Yang Meiyi giró lentamente la cabeza hacia la voz y susurró:
—¿Mingze?
Fu Mingze le acarició el pelo suavemente y susurró:
—Estoy aquí.
—¿Estoy viva? —preguntó suavemente Yang Meiyi.
—Por supuesto que sí, cariño.
—Duele.
Fu Mingze sonrió y besó sus manos mientras decía:
—Sé que duele, pero mejorará. Dame un minuto para ir a llamar al doctor.