Mauve llegó a lo alto de las escaleras con la mano de Jael aún alrededor de la suya. No se atrevía a soltarse pues estaba bastante oscuro y no podía ver nada. El último piso estaba mayormente desusado, por lo que tenía una sensación inquietante.
Las escaleras que llevaban a la azotea estaban al final del pasillo. Jael no dudó en guiarla a través del corredor. Llegó al final en poco tiempo y la condujo escaleras arriba.
—Aléjate —dijo mientras caminaba hacia la puerta cerrada. Mauve apenas podía distinguirla en la oscuridad.
Ella hizo lo que él pidió y se quedó justo detrás de él mientras él descorchaba la puerta y la abría de golpe. La puerta chilló levemente como si protestara, pero Jael la abrió sin esfuerzo.
Mauve parpadeó rápidamente conforme la luz de la luna entraba a raudales. No necesitaba ni salir para ver el cielo brillante. Desde la entrada, podía ver el manto de estrellas alrededor de la luna creciente.