Mauve saltó cuando su cuerpo tocó el agua, por alguna razón se sentía extremadamente caliente. El agua salpicó fuera de la bañera y sobre la alfombra mientras ella sacaba su pierna.
—¡Vae! —se quejó—. ¿Por qué está tan caliente?
—No lo está, princesa, esta es la temperatura habitual con la que te bañas.
—No —dijo Mauve.
—¿No?
—Sí, enfríalo.
—¿Enfríalo? —repitió Vae—. No puedo hacer eso, princesa.
—¿Por qué no? —preguntó Mauve, mirando a Vae con seriedad.
Vae mantuvo una expresión seria aunque era obvio que le costaba no estallar en risas. —Porque —dijo lentamente—, no tengo agua tibia para mezclar a menos que quieras esperar a que se enfríe. Podría ir a buscar algo si te gustaría.
—No —dijo ella y se metió. Dio un pequeño chillido al sentarse en la bañera—. Mi piel se está desprendiendo.
Vae soltó una risita. —No, no lo está.
—¿Por qué te ríes?
—No me río, tenía algo en la garganta.
—Está bien. Lávame el cabello.
—Sí, princesa.