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Jael pasó sus dedos sobre sus dientes mientras se alejaba de Mauve. Sus colmillos seguían hinchados, al igual que su región inferior. Resistió el impulso de mirar atrás, pues sabía que no sería capaz de irse.
Había oído abrirse la puerta de la biblioteca y sabía que iban a ser interrumpidos. Deseó no tener que irse, pero el deber llama, y más que nada necesitaba escuchar sus informes.
Ajustó sus pantalones; sus colmillos se habían reducido, pero su compañero de placer se estaba tomando su precioso tiempo. Giró el picaporte de la puerta de la biblioteca con demasiada fuerza.
Estos días su paciencia se estaba agotando constantemente, no ayudaba que cada vez que cerraba los ojos podía verla sonrojada debajo de él. Desde el incidente en el que casi pierde el control.