El secreto de una buena trampa estaba en la presentación. Eso era lo que Derek creía, y una y otra vez, esa creencia se había demostrado ser cierta. Incluso en la vida cotidiana eso era cierto. Las plantas más peligrosas parecían lo suficientemente buenas para tocar. Las escamas de las serpientes más venenosas brillaban en el sol, atrayendo a las víctimas.
Y así fue como Derek empezó despacio. Se levantó, y solo ese acto simple le valió un aplauso, algunos más tibios que otros. No fue difícil localizar la fuente de los aplausos desganados, pero eligió ignorarla.
—Buenas tardes a todos, gracias por venir —otro aplauso y Derek tuvo que tragarse su irritación. Si fueran la mitad de leales que sus aplausos insistentes decían que eran, le habrían ahorrado muchos dolores de cabeza.
Aprieta los dientes, Derek tragó su irritación y sonrió, echando un vistazo breve a Emily para sacar fuerzas, volvió a mirar a la sala en general.