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Emily no le gustaba tomar pastillas para dormir. Cuando no las tomaba y alguien preguntaba, simplemente podía decir que no le gustaba cómo la hacían sentir. Pero ahora que había vuelto a tomarlas, sabía que la persona que era cuando no las tomaba, estaba subestimando gravemente los efectos que las pastillas tenían sobre ella.
Cuando las tomaba, Emily no dormía, se desvanecía. Manos, rodillas, codos, nariz, corazón, pulmones... cada una de las partes de su ser se iba poco a poco hasta que no quedaba nada.
Luego, por la mañana cuando se despertaba, todo volvía, pero no realmente. Se sentía como si pasara todo el día tratando de reconstruirse y justo cuando las piezas del rompecabezas casi estaban encajadas de nuevo, era de noche. Y la noche significaba que tenía que tomar las pastillas de nuevo y deshacer todo su progreso, dejándola de vuelta donde había comenzado... desvanecida.
Y así continuaba el ciclo. Pasaba el día aprendiendo a ser humana de nuevo. Cómo reír, cómo sonreír, llorar, sentir. Luego, por la noche, las pastillas se lo llevaban todo. Era el humpty-dumpty del sueño.
Pero estaba consiguiendo dormir.
La única razón por la que había empezado a tomar las pastillas en primer lugar.
La hierba siempre es más verde al otro lado. Se lo recordaba a sí misma cada vez que quería dejarlo. Tomar las pastillas tenía inconvenientes (tantos inconvenientes). Pero desde que había empezado a tomarlas dormía todas las noches. Eso era algo bueno.
Se concentraba en eso en lugar de cómo se desvanecía cuando las tomaba. O cómo en las noches realmente malas, las pastillas no solo la ayudaban a dormir sino que la mantenían allí. Dos manos gigantes manteniéndola bajo el agua mientras se ahogaba en aguas heladas. Las pastillas no permitiéndole despertar incluso mientras era colgada por una soga hecha con su propia ropa. Cajas pequeñas apiladas sobre ella hasta que toda la luz y el aire se iban, su muerte lenta y dolorosa. Una mano alrededor de su cuello, apretando lentamente. Sin dejarla respirar incluso mientras era sofocada por una persona que no podía ver.
Dormir era dormir, incluso si cada noche significaba una vida de infinitas muertes, Emily todavía dormía a través de ellas, y por eso estaba agradecida.
Así que no importaba cuán aterradores fueran sus sueños, o cuánto comenzara a temer la noche. Emily aún tragaba las pastillas, y cada noche... dormía.
Dormía y dormía, y no importaba que con cada día que pasaba, no solo se sentía como si se estuviera ahogando en su sueño, sino también cuando estaba despierta.
Dormía, por lo que no importaba que ya no hiciera ninguna de las cosas que amaba hacer. Ya no pasaba tiempo con su madre. Simplemente se excusaba para poder alejarse de la mirada preocupada de la mujer mayor.
Dormía, así que el hecho de que Lucas hubiera empezado a darle miradas de autosuficiencia en los pasillos del trabajo no importaba. Dormía, se despertaba, trabajaba y luego dormía un poco más. Las pastillas para dormir le estaban dando más sueño del que sabía qué hacer con él.
Dormía, y estaba agradecida. Solo tenía que repetirlo suficientes veces y su cuerpo captaría el mensaje y finalmente dejaría de sentirse tan horrible.
Estaba durmiendo, eso era suficiente. Dormía cada noche, y por eso, estaba eternamente agradecida. Estaba agradecida... estaba agradecida... estaba agradecida... estaba agradecida... estaba agradecida... estaba agradecida...
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