Adeline no pudo decir una palabra porque todo lo que pudo hacer fue asentir, un asentimiento inconsciente de su cabeza.
César le acarició la mejilla y colocó los mechones de cabello que caían sobre su rostro detrás de su oreja.
—Buena chica —tarareó, sus ojos sonriendo junto con sus labios.
Adeline lentamente se alejó de él, y de inmediato salió corriendo del baño. Cerró la puerta de golpe y apoyó su espalda contra la puerta, su pecho subiendo y bajando en respiraciones pesadas.
¿Qué diablos acaba de pasar ahí? Su cuello se movió mientras tragaba el bulto que se había formado en su garganta.
Ella alcanzó la marca de aroma que picaba con un simple toque y siseó un poco, con el ceño fruncido en su rostro.
Ajustó su traje, se compuso y se marchó para regresar con Dimitri con una sonrisa falsa evidente en su rostro.
César, que había salido del baño, la vio irse, y su expresión no pudo evitar entristecerse.