César parpadeó como si no comprendiera sus propias acciones.
—¿Oh? —Entonces una sonrisa que arrugaba los ojos apareció en su rostro—. Mis disculpas. Tengo la tendencia a ser brusco. ¿No te hice daño, verdad? —Se soltó, echándole a Adeline una mirada fugaz.
—¿Qué estás haciendo? —Adeline le preguntó silenciosamente con una ceja fruncida y confundida.
César no le dio una respuesta sino que volvió su atención a Dimitri —Escuché que serías el anfitrión de la subasta hoy —La sonrisa ya no era evidente en su rostro frío—. Esperemos que salga excelente.
Dimitri no estaba seguro de qué era, pero esas palabras y su tono no parecían nada. Más bien, se sentía como si estuviera siendo advertido de algo que se avecinaba. Esto lo hizo fruncir el ceño y le lanzó a César una mirada desagradable.
—Si causas algún problema para mí, César, te arrepentirás —advirtió, sus ojos agudizándose vigilantes.
César levantó una ceja, el desdén hirviendo en sus pupilas.