Yuri no estaba demasiado preocupado, ya que sabía por qué César quería que se quedaran atrás y cuidaran de Adeline. Pero al mismo tiempo, no podía evitarlo. Siempre habían estado en todas partes con César, y esta era la primera vez que él iba a algo tan sospechoso solo.
Nikolai suspiró. —Señor, soy su guardaespaldas. Tengo que estar allí con usted. Estaba asustado, sabiendo muy bien que su manada desaparecería si algo le sucediera a César, y no solo eso, sino que también sería su culpa. —Yuri puede estacionar hombres alrededor de la hacienda para vigilar a Adeline. No necesitamos
—¡Nikolai! —César gruñó, lanzándole una mirada molesta—. ¡Ustedes dos se quedan aquí! Si hacen más preguntas o dan más sugerencias no deseadas, los empujaré y enterraré en el suelo.
Se puso sus guantes negros, y Yuri y Nikolai solo pudieron quedarse de pie y verlo salir de la hacienda en su coche. Incluso después de que se fue, Nikolai seguía en pánico.