El banquete estatal en la noche del Festival de la Longevidad debía haber sido una de las mayores celebraciones del año, pero la corriente subterránea de temor que ondulaba entre los oficiales sentados por rango bajo el estrado era palpable.
El Ministerio de Ritos no escatimó en gastos; ¿cómo podrían hacerlo? Enviados de otros reinos que les rendían vasallaje estaban presentes. No importaba cuán reacio estuviera Su Majestad a reconocer lo que debería haber sido una ocasión feliz, Gran Ye no tenía más opción que mantener las apariencias.