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Un viejo dicho siempre le pareció al General Guo Quan una verdad universal: un tigre no tendría un perro por hijo. Proveniente de una larga línea de generales establecidos, que habían mantenido a raya las fronteras suroccidentales y a los señores feudales desde el inicio de la dinastía, él se había enorgullecido de este hecho. Estaba seguro de que si sus esposas hubieran logrado darle herederos varones, ellos también serían ejemplares de esta afirmación.
Pero lo contrario también era cierto; un perro era un perro y no podía criar a un tigre.