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La tercera vigilia acababa de comenzar. Fuera de los aposentos imperiales, Cao Mingbao detuvo al eunuco que se acercaba para evitar que este llamara a la puerta.
—¿A dónde cree que va Wang Gonggong? —preguntó Cao Mingbao. En su rostro se dibujaba su habitual sonrisa jovial, pero ninguno de los otros sirvientes que estaban cerca se dejó engañar. No había amor entre la facción del Eunuco Jefe Cao y los departamentos del palacio interior.
Eunuco Wang, un hombre corpulento de mediana edad que había servido en el Departamento de Asuntos Respetuosos durante más de dos décadas, observó a Cao Mingbao con ojos de águila. Su tono era sarcástico cuando respondió:
—Cao Gonggong puede que sea el más leal… sirviente de Su Majestad, pero si la memoria de Zajia no falla, el deber de recordarle a Su Majestad que su tiempo en el aposento ha terminado pertenece exclusivamente a mi departamento.